La inseguridad bajo el microscopio: ¿Qué hacer?

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La inseguridad bajo el microscopio: ¿Qué hacer?

05 Diciembre 2022

Antes de que se inventara el microscopio, la culpa de las enfermedades era del agua. Información errónea, por cierto, dispensable, ya que los científicos carecían de un medio adecuado para saber más y mejor. Con el microscopio se descubrió que eran las bacterias y otros organismos a simple vista invisibles, acuáticos, los verdaderos responsables. A partir de entonces seguir afirmando que la culpa era del agua, sería desinformar. Mentir. Es exactamente lo mismo que hacen hoy la mayoría de los medios masivos de información respecto de la inseguridad. Saben o tienen a su disposición saber cuáles son las causas y los medios para superarla o disminuirla, cuentan con el microscopio adecuado, el análisis científico serio, no obstante, desinforman, manipulan el fenómeno, porque su finalidad es otra, muy distinta a la de informar la verdad y formar al ciudadano.

El tema “inseguridad” desde hace años es motivo de discusión. Excusa para reformas legislativas, para reclamos sociales, para discursos de expertos y también de charlatanes de diverso fuste. También útil para el diseño de titulares alarmantes de medios masivos de comunicación. Éstos buscan, quien puede dudarlo, impactar en la conciencia colectiva. Pero lo hacen ocultando su verdadera finalidad: incidir como factor de poder en el diseño de políticas públicas y condicionar a los gobiernos para obtener o mantener privilegios, o hacer negocios, como los de las agencias privadas de seguridad. Los asaltos, las muertes, las violaciones, generan temor colectivo inmediato. De esta forma se venden más cámaras, más alarmas y hoy novedosos sistemas lanza humo que se supone harán desistir de sus intentos a los ladrones de casas. Y, además, los políticos en funciones estarán mucho más proclives a declinar promesas de campaña y aspectos programáticos serios que los llevaron al poder. El miedo y las urgencias sirven para demoler la razón. Lo saben muy bien los manipuladores de conciencias.

No hay medios masivos de comunicación independientes, sino poderosos oligopolios económicos concentrados que defienden, antes que nada, intereses propios. Entre otras empresas cuentan con algunas cuya actividad es la difusión mediática. El Grupo Clarín no es el diario Clarín, Canal 13 o TN, cosa que el gran público no advierte. El Grupo Clarín, al igual que sucede con O Globo en Brasil o con el Grupo Prisa de origen hispano, por solo dar unos ejemplos, son en realidad conglomerados de empresas en pocas manos que, luego de expandirse, pasaron a funcionar con lógica de poder económico de objeto diversificado, que puja por estar fuera de todo control. Esa es la verdadera independencia que los caracteriza. Tienen inversiones diversificadas: explotación agropecuaria, industrial, renta financiera, emprendimientos educativos, empresas editoriales, producciones documentales… Entre ellas, las poderosísimas herramientas originarias que les dieron vida: los medios de comunicación gráficos, a los que después sumaron los televisivos y más tarde las redes por Internet. También los intereses pasan a diversificarse. Estos medios de comunicación entonces pasan a funcionar no con la lógica de un periodismo vocacional, profesional, dedicado a la comunicación, información y formación ciudadana, sino como medios o herramientas funcionales a aquellos intereses del grupo madre, del que son solo un apéndice, esencial, por cierto. Su voz no es la del periodista profesional que informa, sino la voz de la empresa a la que pertenece, deformando la realidad de modo que sea funcional a sus intereses.

Este es un fenómeno que afecta hoy no solamente a la Argentina, sino a toda América y al mundo. Hasta el ex presidente Barack Obama –para aquellos que apetecen buscar siempre ejemplos a imitar en la realidad de EEUU- durante su mandato se sinceró y dijo que la Cadena Fox no es un medio de comunicación sino un partido político de oposición al Partido Demócrata. El resultado de las elecciones que siguieron en el país del norte, puso de manifiesto la importancia de los medios masivos como herramienta del poder económico, más allá, por supuesto, de las limitaciones propias que pudiera o no tener el oficialismo. Exactamente lo mismo ocurrió en nuestro País en 2015 y está ocurriendo hoy.

En materia de seguridad e inseguridad urbana, esa maquinaria mediática, cuya lógica es detentar el poder con fines de concentración económica –su verdadero objetivo-, jamás profundizará seriamente en la materia. Su herramienta serán los insidiosos titulares, las alarmantes pantallas de la televisión y las versiones maliciosamente viralizadas por las redes sociales. Lo que estará primero será la funcionalidad a los intereses del oligopolio, usado como ariete para condicionar voluntades y gobiernos, de modo que sirvan a sus intereses económicos. Por eso es que, pese a estar la Argentina entre los tres países de América con más bajos índices de criminalidad violenta (homicidios en ocasión de robo, secuestros extorsivos, violaciones, etc.), junto con Canadá y Uruguay, no obstante, el clima social de la tan meneada inseguridad es de un altísimo voltaje. Los medios masivos no tienen como fin explicar y difundir las verdaderas causas de los índices de criminalidad, que pese a ser bajos comparativamente, no obstante, padecemos, y cómo afrontarlos seriamente. No tienen como finalidad formar honestamente la conciencia del ciudadano con información seria y autorizada. El objetivo es otro. Y los políticos, unos y otros, casi siempre sucumben ante el azote intencionado de ese látigo. El miedo y las urgencias demuelen la razón. No es que los crímenes no existan en la Argentina, no es que no haya robos o que no existan los secuestros y las violaciones. Lo que hay que hacer es estudiar adecuadamente sus fuentes, estudiar detenidamente los casos que suceden y las condiciones objetivas de su generación, ponerlos bajo el microscopio y analizar con detenimiento las condiciones, las bacterias y los virus que los producen. Es decir, la realidad socio-económica que los contiene, el estado de justicia o injusticia social, los niveles de inclusión y exclusión social, la forma en que funcionan los sistemas policiales y de reinserción social, el funcionamiento del poder judicial, los factores personales, la medida en que se disponen las oportunidades de movilidad social ascendente, la educación, y también las conductas de los funcionarios y de los operadores sociales, como factores que confluyen en su producción y prevención.

Quien deje esos extremos fuera de análisis, miente, sea cual fuere la información que dé. El abandono de la importante reforma del sistema de seguridad pública en la provincia de Buenos Aires, que iniciara en 1997 la gestión Arslanian / Binder, no puede soslayarse hoy como uno de los factores en razón del cual persiste la seguridad / inseguridad pública como un problema todavía pendiente de superación. Lo vemos a diario quienes ejercemos la profesión de abogados penalistas. Los temas constantes que nos traen las personas que acuden a nuestros estudios hablan de abusos, de irregularidades y de ineptitudes de toda índole producidas por el sistema, entre las que figuran en primerísimo plano, no solo el abuso e ineficacia policial, sino también lo que ofrece el poder judicial, como ocurre con el bonaerense. Gran parte de la realidad, en la experiencia bonaerense, de lo que se llamó “maldita policía”, de las inconsecuencias judiciales y del aprovechamiento de la ignorancia, persiste en muchísimos aspectos, y no solo en la provincia de Buenos Aires. Lo que los medios masivos no nos muestran sobre las causas de la, aunque en baja, criminalidad violenta que persiste, deteniéndose solo en la superficie dramática e impactante de un hecho, multiplicando su difusión hasta el hartazgo, sin profundizar en lo más mínimo en los por qué del fenómeno, el ciudadano común de a pie lo vive en la diaria realidad, que pone en vivo y en directo frente a el lo que los medios masivos no informan: la verdadera fuente de los crímenes, compuesta de disfuncionalidad policial, deficiencia judicial, abuso de poder, incumplimiento de programas de campaña política, falta de capacitación, fanatismos, aprovechamiento de la ignorancia, recurrir a lo emocional, manipulación mediática…

Es destacable el breve pero impecable artículo del periodista Raúl Kollmann, aparecido en Página/12 el 3/12/2022, con motivo del fallo absolutorio de Nicolás Pachelo, que fuera imputado por el homicidio de María Marta García Belsunce. Muestra de manera clara, pero contundente, que el sistema entero funciona mal, bajo criterios y motivaciones por completo ajenos a sus objetivos específicos.

Es imprescindible volver a implementar un programa serio, científicamente sostenido, para afrontar el problema del delito, muy en particular el del delito organizado, el de la corrupción institucional y de los grandes poderes económicos, sobre lo que no hablan los medios masivos oligopólicos. Y hablar también sobre las razones por las que, ante el miedo a perder votos, le rehúyen a esa decisión la mayoría de los políticos. Si algo nos tiene que quedar de ese político sin igual, como lo fue y lo es Néstor Kirchner, si algo debemos aprender de nuestra Vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, es esa coherencia a toda prueba, de decir siempre la cruda verdad, de hacer exactamente lo que es necesario hacer, no dejar las convicciones en la puerta de casa, y disponer las medidas adecuadas, basadas en conocimiento científico serio.

Presente todo lo anterior, llama poderosamente la atención que bastó que Cristina Fernández de Kirchner en su última presentación pública en La Plata hablase sobre seguridad, y propusiese salir de la discusión, a la que llamó berreta, de oponer mano dura a garantismo, que muchos malinterpretaron como que cuestionó tanto a la mano dura o abuso policial como al garantismo, para que las pantallas de la televisión, los titulares gráficos y las redes volvieran a llenarse de anuncios de hechos criminales violentos, como el repudiable asesinato del joven Thiago y la sucesión de asaltos callejeros a turistas, en el barrio capitalino de Palermo, para sustraerles sus costosos relojes. Manipulación mediática de hechos violentos reales, que hubiesen existido igual, parte de índices en baja, pero que pasaron a ser titulares rutilantes porque a Cristina se le ocurrió tocar el tema y quitárselo como herramienta política a la derecha. Desconocimiento de muchos, inclusive sedicentes “progresistas”, que leyeron en sus palabras una crítica al garantismo, término que parece haber trocado en una suerte de insulto, cuando en realidad tiene vigencia constitucional: los dos primeros capítulos de la Constitución Nacional establecen las garantías básicas de que gozan todos los ciudadanos y ciudadanas frente al poder del Estado y sus posibles abusos, la mayoría de los cuales se reflejan en las leyes penales. Eso es el garantismo, nada menos que el conjunto de principios básicos con los que empieza su texto nuestra Ley Máxima, en protección de todos los habitantes.

Fue un soplo revitalizador escucharla recientemente a la ex Ministra de Seguridad Sabrina Frederic, referirse al tema: el problema de la criminalidad es multicausal, uno de los factores más importantes que disminuyen la conflictividad social y la criminalidad es la inclusión social y las políticas de igualdad de oportunidades, los índices de criminalidad en base a estadísticas tanto del poder judicial como de organismos especializados, durante las gestiones de Néstor Kirchner y Cristina Fernández bajaron notablemente. El aumento en la participación del salario en el PBI en dicho período superó el 50%. Por el contrario, durante la gestión macrista la criminalidad sufrió un alza considerable. La participación del salario en el PBI durante el macrismo bajó a menos del 45% y se duplicaron los índices de pobreza y exclusión social. Hoy, pese a la situación crítica que vivimos, gracias a los esfuerzos en políticas sociales, los índices de criminalidad vuelven a estar en baja. El problema de la llamada inseguridad, además, es enfocable desde un adecuado tratamiento de los sistemas policiales, especialmente su formación, capacitación, control y mando político, con participación de la comunidad. Y, especialmente, reconsiderar la forma en que el poder judicial se relaciona con la investigación y enjuiciamiento de los nichos de corrupción y delincuencia organizada, con los que algunos sectores del sistema policial -no todos- están vinculados.

Exactamente esos fueron, entre otros, los ejes centrales del programa de intervención a la policía de la provincia de Buenos Aires que encabezaron en 1997 León Arslanián y Alberto Binder, con un grupo de técnicos y especialistas, que tuve la oportunidad de integrar. Malintencionados pontifican sobre “el fracaso de esa reforma”. Falso. Lo que en realidad ocurrió fue que Duhalde, cuando advirtió que “el problema policial”, según amañadas encuestas con las que siempre manejó su carrera de sujeto que vive de la política, dejó de ser un tema de preocupación social que pusiese en riesgo sus pretensiones presidenciales para 1999, dispuso inmediatamente parar la ejecución del proyecto de reforma y volver a pactar con la cúpula policial. Así nos fue y nos sigue yendo, hasta que políticos valientes y honestos, con el apoyo popular necesario, vuelvan a usar el microscopio, no sus intereses personales, y vuelvan las observaciones y las cosas a su adecuado lugar.

* El autor es abogado penalista, especializado en seguridad pública y derechos humanos. Fue consultor en el Programa de Intervención a la Policía de la Provincia de Buenos Aires – diciembre de 1997/abril de 1998.