Signos

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Signos

29 Enero 2016

Por Darío Capelli*

¿No bailaba, entonces, CFK en los balcones de la Casa Rosada –no en los que dan a la Plaza, por cierto, sino en los de los patios militantes, espacios de supuesta celebración patriótica desde donde “los soldados de Perón” debíamos irnos con tortícolis de tanto mirar a la jefa en su emplazamiento cenital mientras le jurábamos lealtad eterna-? ¿Y no fue durante su primera aparición pública, luego de una preocupante intervención cerebral, que entró a escena un perro? Aquel perrito venezolano de la especie de los mucuchíes, regalo del hermano de Hugo Chávez a nuestra presidenta, se llamaba (quizás se seguirá llamando) Simón pero bien podría haberse llamado Bolívar, nombre –por otro lado- de calle céntrica porteña, muy cercana a la calle Balcarce, de donde, ahora, otro perro extrae su propio nombre ¿No había allí –en la escena del perrito mucuchí- algo que no pudimos percibir, un signo anticipatorio, una figuración de lo que vendría?

¿No habíamos ya aceptado, bajo el manto sagrado de las causas soberanas, que en el billete de cincuenta pesos se trocara la imagen de un “prócer” polémico, Sarmiento, por la de un estereotipado gaucho sin rostro en plena doma y del que sólo podemos saber que se trata de Antonio Rivero gracias a un epígrafe que lo explicita? ¿No había ya animales en ese mismo billete? No sólo el potro: del otro lado, a un costado de la geografía de las Islas Malvinas (misteriosa mancha Rorschach que aún nos cabe descifrar) aparece la “imagen latente” (marca numismática para el reconocimiento del billete) de un Albatros rampante.

¿No leímos o escribimos artículos en la revista cultural del CCK? ¿No fuimos a los conciertos de su sala principal? ¿Y acaso aquella revista y aquella sala no se llamaban (quizás se seguirá llamando) La Ballena Azul? ¿No hay ahora una ballena en los nuevos billetes de doscientos pesos? Billete de doscientos en torno al cual se dio cierta discusión que de un golpe nos indica dos cosas: que la guita no vale nada pero que a la vez vale tanto que todo referente que pretenda su efigie en papel moneda no debería, precisamente, estar flojito de papeles. O no. No sé. Porque la ballena, como vemos, tiene sus antecedentes pero ¿cuál es el currículum del yaguareté para merecer su quinientos?

Trato de comprender por qué perdimos, qué quiso cambiar el votante de Cambiemos. En muchos rasgos culturales hay tantos cambios como continuidades e incluso, peor aún, redoble de apuestas.

¿No había chistes y fugas de protocolo en las ceremonias del kirchnerismo? ¿No eran esos ademanes parte de una superestructura que supimos celebrar? Ahora los vemos en la jura de ministros de un gabinete que nos es adverso y el mentón se nos cae al piso.

¿No era que los decisionistas éramos nosotros? Nunca dijimos de nosotros mismos que lo fuéramos pero ¿no contrabandeábamos el clásico “concepto de lo político” de Carl Schmitt cuando aplaudíamos la teoría del populismo y su complejo esquema de elementos que antagonizan, de totalizaciones contingentes y de significantes vacíos que, si de un lado del proceso de significación asumían estratégicamente la identidad de un pueblo, del otro se erigían como su pura negatividad? Bajo esa creencia ideológica –al cabo- ¿no se terminaba conformando una estructura nosotros-ellos, si no igual, de notable similitud, al menos, con la distinción de fondo de la política tal como la entiende el pensador alemán? Pero ya ni sé a quién le digo “nosotros” porque las palabras se me desfondan: si “nosotros” perdimos ¿a qué “nosotros” designa Cambiemos?

La derrota, más que cultural (plano flexible de la vida social en el que hoy pueden verse más prolongaciones que volantazos), creo que fue teórica. Ahora será más difícil pensar pero no queda otra que seguir haciéndolo. Pudimos haberlo hecho bien, críticamente, cuando todavía éramos felices. Quizás nos faltó pesimismo. Como diría un foquista: las condiciones objetivas están dadas.

* Revista El ojo mocho, Colectivo La bola sin manija

RELAMPAGOS. Ensayos crónicos para un instante de peligro. Selección y producción de textos Negra Mala Testa y La bola sin Manija. Para la APU. Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs)