CHUMBITA
AGENCIA PACO URONDO: En realidad, esta es una nota que queríamos hacer hace mucho tiempo. Nació a partir de una discusión que habíamos tenido a partir del tema de León Gieco “Bandidos rurales” y hace poco habíamos leído que Eric Hobsbawm estuvo en la Argentina en los años 60 investigando el bandolerismo rural, creo que Hobsbawm lo llama bandolero social y rebeldes primitivos del cual tiene un libro. A partir de ese momento nos comunicamos con José Nun que fue secretario de cultura, él nos derivó hacia usted porque dijo que es la persona que más conoce sobre bandolerismo social ¿Es así Chumbita?
Hugo Chumbita: Soy uno de los pocos que ha trabajado este tema desde el punto de vista historiográfico.
APU: ¿Cómo se estructuraba la forma de resistencia popular en el campo en el siglo XIX? En realidad, estamos estudiando el tema de los problemas de la frontera sojera y la resistencia campesina y por eso saltamos a pensar cómo era la forma de resistencia social hacia fines del siglo XIX
HC: El campo ha cambiado mucho. Desde esa época hasta hoy se ha producido una transformación que terminó con el viejo campesinado que en otras épocas era la población predominante. Era mayor la densidad de población que vivía en el campo que la que vivía en las ciudades.
Esa relación se invirtió y hoy en día las transformaciones sociales han hecho o han creado prácticamente la extinción de la vieja población campesina que vivía del campo y hacía de ella su medio social. Hoy hay algunas familias que viven en el campo, hay algunas zonas del país, en el norte, en el oeste que forman comunidades a la antigua modalidad de comunidades campesinas. En toda la región de la Pampa húmeda esa población hoy en día no existe. Hoy el fenómeno del viejo bandolerismo social rural se ha trasladado, con otras características, a los suburbios, a las villas miserias.
APU: En algún punto lo que usted dice es que el bandolerismo social en vez de alejarse con la frontera productiva hacia Formosa o Chaco salteño, es al revés, acontece en las grandes ciudades.
HC: Claro. Por otro lado, siempre acontecen fenómenos de cuatrerismo, de bandolerismo en las zonas rurales pero, con otras características muy diferentes a la que en otra época dio lugar a la aparición del bandido, del gaucho matrero que era, incluso toda una clase social en el siglo XIX. La época del Martín Fierro, de Juan Moreira, de toda la literatura gauchesca de fines del siglo pasado todavía refleja la existencia de una gran masa de población que tiene una cultura propia, resistente a la autoridad del Estado. Que fue progresivamente siendo acribillada y que luego desaparece con la nueva forma de producción que aparece, -estoy hablando de la Pampa húmeda-.
APU: En algún punto ¿Existió el Robin Hood criollo?
HC: Existió, por supuesto que en nuestra tradición se confunde con la figura del gaucho.
APU: ¿No es lo mismo?
HC: No, no es lo mismo. El bandido social es una figura universal que aparece en todas las culturas, en todos los tiempos. Hasta hace muy poco ese personaje romántico que roba a los ricos para hacer el ganado pero el buen bandido celebrado por la tradición popular es una excepción, es uno entre muchos malos bandidos. Estos son temas que Hobsbawm discutió con sus críticos cuando se hablaba de esta cuestión y decía, el campesino siempre distinguió el buen bandido del mal bandido.
Hablar del buen bandido significa que hay otros que no lo son. En esa cantidad de población marginal había algunos que sobresalieron como vengadores, de alguna manera, de su clase que ejercían la violencia contra los ricos que justamente condenaron a la miseria a la masa de
población rural. El bandolero social como lo llamó Hobsbawm son, en algunos casos, personajes emblemáticos en nuestro país.
APU: Por ejemplo lo que canta León Gieco “Mate cocido”. Uno imagina, estamos hablando de gauchos, con dominios de armas. ¿Son elementos residuales de las montoneras, de los caudillos y la guerra civil de mediados del siglo XIX?
HC: Se puede ver que en la época de Juan Moreira, del Martín Fierro, esa figuras de los gauchos son de algún modo el epílogo de las resistencias de las masas montoneras. La lucha de ese movimiento del interior alzada en montoneras es derrotado, desaparece y queda, subsiste la figura del bandolero, individuales que algunas veces sale o entra en la montonera, en la época de las luchas políticas pero que ya a fines del siglo XIX es un personaje solitario y ya no tiene el carácter de rebeldía política que tenían las montoneras. Las montoneras eran en definitiva milicias organizadas por una causa. El bandolero social es un rebelde instantáneo que sin una formación, sin una conciencia política se convierte naturalmente en “vengador de su clase” y la solidaridad de la gente lo empuja a cumplir ese rol.
APU: Decías que parte de ese fenómeno se podía haber dado hoy en los cinturones de las grandes ciudades. ¿Qué acciones hay hoy en las villas o en los barrios bajos con los que uno pueda encontrarse que te vuelva a aquel bandido social?
HC: Hay algunos personajes, como Pichu Sequeira en los años 80, el Frente Vital otro pibe villero que son jefes de bandas que robaban y ayudaban a los suyos dentro del ámbito villero. Esta banalidad de alguna manera reproduce a los viejos bandoleros rurales y también ellos han sido objeto de una especie de culto popular después de su muerte como ocurre siempre en estos casos, una muerte violenta, trágica.
APU: Además por que las poblaciones de los cinturones urbanos en general tienen origen rural, campesino, del interior.
HC: Claro, son de transición entre el mundo rural y la ciudad.
APU: Cuándo fue el conflicto de la 125 del 2008, usted sabe que la historia no es política pero tiene incidencia sobre cómo se configuran los valores políticos en lo social, la historia tiene un peso sobre eso. Cuándo fue el conflicto del 2008 los sectores de la patronal agropecuaria reconstruían el mito del gaucho como un elemento movilizador para ellos y convocante ¿Cómo se termina esa pirueta del gaucho, del bandido social al hombre que tiene 100 hectáreas de campo en la Pampa húmeda?
HC: El gaucho es una figura mítica que ha intentado ser apropiada por diversos sectores. En realidad el gaucho y los bandoleros que aparecen en el siglo XX son llamados los nuevos gauchos. Son hombre que usan armas de fuego, que andan a caballo pero también en automóviles. La figura tradicional del gaucho por un lado, los terratenientes adoptan la vestimenta, los usos, las destrezas de los gauchos y hay una especie de imagen conformista de este personaje como un hombre habilidoso.
Esa imagen del gaucho es la que rescata el sector rico de la sociedad posterior pero hay otra figura que subsiste siempre que es el gaucho malo, rebelde que desafía a la autoridad. Los anarquistas en su momento trataron incluso de exaltar esa figura. Incluso hay poemas que identificaban su lucha con la rebeldía gauchesca.
APU: Hay una tradición anarquista que recupera al gaucho.
HC: Sí, en sus orígenes incluso las verseadas, la apelación al Martín Fierro que incluso fue el título de una revista que sacaban los anarquista en aquella época. Todo eso configura la otra cara del gaucho y eso está presente en nuestra historia. Como el gaucho ha sido de alguna manera reivindicado como soldado en la guerra de la independencia, el hombre que contribuyó a forjar este país, de alguna manera sigue teniendo esas dos facetas en la memoria.
APU: Sigue siendo como un mito en disputa ¿No?
HC: Claro y los señores de la sociedad rural se visten a lo gaucho y tratan de apropiarse de esa memoria. Por otro lado en el campo uno encuentra en los peones esa otra reminiscencia de un gaucho diferente que es por cierto el que se identifica con el proletario del campo.
APU: Estaba pensando en Borges, en la lectura que hace Borges hasta que la abandona porque él mismo no logra resolver esa tensión del gaucho.
HC: Borges más bien trabaja el compadrito suburbano que es otro aspecto de ese hombre que también desde los suburbios llega a la ciudad.