Agenda: Reflexiones sobre el paro general

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Agenda: Reflexiones sobre el paro general

07 Abril 2017

Invitan: revista El Ojo Mocho y Caburé Libros
Sábado 8/ 4, 19hs, México 620, San Telmo
Participan:
-Eduardo Berrozpe, Secretario de Prensa de la Asociación Bancaria.
-Daniel (tano) Catalano, Secretario General ATE-Capital
-Tania Rodriguez (FEDUBA)
-María Pía López (#NiUnaMenos)
-Jorge (tano) Pisani, Secretario de Cultura AGTSYP
-Martín Armelino (UNGS)
Reflexiones sobre el paro general

¿Qué es un paro general?

En la movilización de las organizaciones sindicales del 7 de marzo, uno de los triunviros de la CGT lo definió como un “silencio ensordecedor” capaz de forzar al gobierno a que vea un “verdadero retrato social” que ni aun “la mayoría de los argentinos” estaría viendo. La frase no es fácil de interpretar aunque no puede negarse su potencia retórica. Para hacerlo -para interpretar la frase- debemos partir de reconocer que en ella, en la definición de “paro general” que uno de los dirigentes de la mayor central obrera del país arriesgó desde el palco ante la multitud innúmera de trabajadores y trabajadoras; en su definición de “paro general”, decíamos, debemos reconocer que se superponen diversos sobreentendidos, todos ellos provenientes del fondo ideológico sobre el que se construyeron tradiciones sindicales de distinta impronta. La idea de que un acontecimiento, y no cualquier acontecimiento sino específicamente una huelga, movilice a las fuerzas sociales e ilumine súbitamente una escena que ya ni el poder instituido ni la multitud instituyente podría negar, nos ubica en la estela de las reflexiones sorelianas de larga influencia tanto en algunos análisis concretos del pensamiento marxista y post-marxista (en una serie que puede ir de Rosa Luxemburgo a José Carlos Mariátegui y Ernesto Laclau, si aceptamos que toda práctica discursiva que constituya a los sujetos sociales es plausible de análisis concreto) como en ciertas experiencias del sindicalismo revolucionario más volcado al anarquismo. Sin embrago, como ya nos hizo notar Horacio González en una reciente columna en Página/12, a pesar de recurrir a una metáfora tal (la del silencio ensordecedor), en la que resuenan múltiples ecos de la historia del movimiento obrero, los secretarios generales de la CGT -únicos oradores de aquel acto- fueron incapaces de decir “la fecha” que buena parte de las bases reclamaban. Pero ¿fueron incapaces? En todo caso, subyace a esa incapacidad la idea de que antes de llamar a una medida mayor se pueden capitalizar los efectos de la magna manifestación callejera. “Capitalizar” en un sentido alegórico pero también literal: desde presionar al gobierno para que obligue al empresariado a cumplir compromisos adquiridos con los trabajadores (como frenar los despidos) hasta apurar los desembolsos atrasados de los fondos de las obras sociales en las arcas sindicales, retenidos aún por el Estado. Por eso, es al menos polémico endilgarle mera incapacidad de convocar a un paro general a la dirigencia cegetista. Por otro lado, como se ve, terminaron haciéndolo. Más que de incapacidad, entonces, se trataría de la encrucijada en la que actualmente están las entidades gremiales argentinas, la gran mayoría de ellas identificadas con el peronismo y con una prolongada historia de vínculos con el Estado. De esa prolongada historia, precisamente, y al menos hasta los años 70, supo dar cuenta el sociólogo argentino Roberto Carri en su libro Sindicatos y poder en la Argentina (en cuya dedicatoria puede leerse la siguiente premonición: "Un gran Silencio que pronto será Sonido y Furia"). En un pasaje de este análisis histórico del sindicalismo peronista, dice Carri a modo de advertencia: “La creencia en la omnipotencia del movimiento sindical y la atribución de fines revolucionarios que no tiene, es el primer paso para que, cuando no cumple con lo que creemos que debe ser, se orienten contra el sindicalismo todas las baterías de la crítica en repudio de los ´dirigentes complacientes y vendidos´”. Esto no implica desconocer maniobras por parte de los dirigentes, cuyo carácter político, el de las maniobras, puede incluso llegar a parecer contrario al interés más inmediato de los trabajadores y, por ende, al interés nacional. No sólo no hay que desconocer tales maniobras sino fundamentalmente comprenderlas en su complejidad para criticarlas desde toda instancia de organización del campo popular y, así, superarlas. Esa tarea se nos impone hoy también; máxime cuando una parte de la dirigencia ha sido cuestionada por no haber dado muestras de saber cómo garantizar nuevas conquistas parciales para sus representados ni estar en condiciones óptimas de mantener las antiguas porque el modelo de acumulación tiende a la primarización económica, la concentración monopólica de la opinión, la especulación financiera por vía de endeudamiento y la desaparición del Estado como regulador social. En sentido inverso al del primer peronismo, que creó el modelo sindical tal como lo conocemos, con representación única por rama de actividad, tendencia a la centralización y participación en el estado (aunque en rol subordinado) porque de esa manera se impulsaba la nacionalización y modernización de la estructura productiva, el gobierno de Cambiemos, acorde a las exigencias de la actual faz del capitalismo, tiende a su total prescindencia. Pero una cosa es impugnar ciertos comportamientos de la dirigencia y otra, sobre cuyo peligro quisiéramos advertir porque ya se otea en el horizonte, a toda fuerza laboral organizada.

En el acto del 7 de marzo, la CGT, o su dirigencia, se vio desbordada por una base obrera que ve cómo se desvanecen sus derechos día tras día; derechos que el proyecto político del kirchnerismo al menos le reconocía e incluso, en algunos aspectos, ampliaba. El día anterior a la convocatoria de la CGT -y a la que los sindicatos de base respondieron con creces- había habido un paro general de la docencia. El día posterior, un paro general de mujeres: inédito giro en el significado y alcances de una medida que, hasta ahora, era de exclusiva propiedad de una confederación de gremios. Era perfectamente lógico, pues, que los trabajadores y trabajadoras llamados a movilizarse esperaran del triunvirato cegetista que fijara públicamente una fecha para su propio paro general: la idea flotó en el aire toda la semana. Las dos CTA, camino a la unificación, haciendo una lectura de lo sucedido y mostrando una mayor sensibilidad hacia el descontento o acaso mejores reflejos, pronto proclamaron un paro general para el 30 de marzo: una fecha importante para la clase obrera argentina por memorar aquella huelga del año 1982 en la que, bajo la consigna “Paz, Pan y Trabajo”, la CGT comandada por Saúl Ubaldini llegó a Plaza de Mayo para manifestarse políticamente contraria a la dictadura militar. La CGT actual, la del triunvirato, finalmente convocó a su propio paro general para el 6 de abril y, en consecuencia, las dos CTA levantaron el suyo aunque mantuvieron la movilización, que fue multitudinaria y en la que se escucharon discursos de fuerte combatividad.

Pero insistimos en preguntarnos qué significa hoy llamar a una huelga general, qué organización partidaria -si correspondiere- sería capaz de traducir una medida de fuerza, impulsada por el ánimo de las bases, en un hecho político que, en un año como éste, debería, a la vez, derivar en opción eleccionaria capaz de frenar tanto retroceso en materia de derechos. Con la intención de discutir dicho problema es que convocamos a investigadores y ensayistas especializados en la temática y a representantes de distintas organizaciones gremiales. La idea es constituir una mesa de debate abierto en la que los invitados y las invitadas expongan tanto lo que piensan sobre la actualidad del movimiento sindical y las consecuencias de la convocatoria a un paro de alcance nacional, como el estado de la discusión hacia el interior de sus propias organizaciones.

EL OJO MOCHO