Varones bisexuales: superficies de placer e invisibilidad

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Varones bisexuales: superficies de placer e invisibilidad

07 Julio 2019

Por Camila Alfie

Foto: Lucía Barrera Oro

No lo suficientemente gays, muy raritos para ser heteros

 “Para mí sos curiosa”, “tenés cara de ser indecisa”, “un amigo gay me dijo que ‘les bi no existen’”, “mi novia siempre me dice que le da asco pensar que estuve con chabones”, “soy bisexual y me hacen sentir poco; no lo suficientemente torta, muy rarita para ser paki”: estos son algunos de los mensajes que escribieron mujeres en la encuesta que hizo en Instagram el ciclo de poesía @Lesbodramas acerca de la bifobia. Para la mayoría, su experiencia bisexual está signada no por el disfrute, la exploración del deseo o la libertad, sino por sentirse disminuidas y excluidas de la propia comunidad que, según ellas, debería cuidarlas. Asimismo, a la hora de vincularse con varones hetero-cis, varias también remarcan el haberse visto fetichizadas por aquellos que, de forma invasiva, las interpelaban sin mediatintas para pedirles un trio con sus novias, “para probar algo nuevo”, como si fuesen un juguete sexual. En definitiva, pivotean entre el saberse disminuidas y discriminadas por las lesbianas, que evitan salir con ellas porque consideran que “están en una etapa”, “confundidas”, o “las van a dejar por un chongo cis”; y sentirse la fantasía de varios que las ven hipersexualizadas y como un objeto de deseo. Mientras tanto, en los productos culturales de consumo masivo (léase: películas, series, etc.) se las invisibiliza o, por el contrario, se las representa desde la codicia, la ambigüedad y la hipersexualización. Un panorama que, sin dudas, no ayuda.

Sin embargo, ¿qué pasa con los varones bisexuales? Si ponemos el foco en el paisaje mediático argento, durante décadas la figura del marica era el chiste fácil de las comedias del prime time, definiendo en el inconsciente colectivo una “forma de ser” homosexual a partir de un abordaje caricaturesco acorde a las expectativas de una audiencia hetero. Dentro de este marco, parece ser que la existencia de varones que disfruten de vínculos sexoafectivos tanto con mujeres como con varones resultaba –o resulta, más bien– demasiado disruptivo para el televidente promedio. Algo así como que se espera de un marica que sea un “desviado incorregible”, lo que lo habilita a cumplir determinados roles, como el amigo gay de la protagonista, por ejemplo. Sin embargo, el varón bi, que tiene todas las condiciones para transitar la “aceptable senda” de la heterosexualidad pero que aún así decide también tener “inclinaciones de putos”, resulta demasiado perverso para el paladar mainstream. Esta falta de representación subraya la percepción general de que los varones bi no existen, no son relevantes, son un chiste, un experimento, o no son válidos.

Brais, Patricio, Alexis, Lautaro y Marcos son varones que se asumen como bisexuales. Aunque la mayoría acepta que no se han sentido fetichizados, como sí le ocurre a muchas de las mujeres encuestadas, sí perciben que han sido presionados por “definirse”. En un encuentro con APU nos contaron cómo su deseo interviene en sus formas de vincularse y su identidad; y cómo abordan la construcción de la bisexualidad sin representantes masivos a la vista.

Salir del agujero interior

 “Siendo varón bisexual me pasa lo que es el común de la regla: no salía del placard porque me costaba horrores romper con el prejuicio y la bifobia internalizada de encarar a una persona del género opuesto. Son difíciles las primeras instancias, hay muchos miedos, prejuicios, timidez”. La frase es de Patricio Estaban Manifiesto, que pide poner bien claro su nombre completo. Pato, Patito para les amigues, es militante anarquista, trabaja en un call center y estudia Historia.

Cuando tenía 11 años se dio cuenta de que le gustaban los varones navegando en internet –bendita internet–, y se sintió un poco “raro, por no decir mal o incorrecto”. A los 21 años empezó a salir del clóset de a poco; con gente de confianza primero, y con alguna que otra amiga copada “abierta de mente”. A sus papás se los dijo mucho más adelante, a los 26. Hace dos años que se animó, por primera vez, ir a un local de ropa “de mujer” para comprar, por ejemplo, calzas. Lo miraron un poco raro, eso sí, pero no fueron solo las vendedoras quienes le pusieron esa cara. “Al principio tuve rechazo de gente conocida que me dolió bastante. Incluso hoy, abriéndome con gente de confianza, es difícil. Pero al final del día soy un hombre blanco, cis, de clase media y soy consciente de que tengo muchísimos más privilegios que gente queer nacida en la villa, por ejemplo”.

“A mí me da paja, porque es re difícil construir un sistema de pertenencia desde ahí o significantes comunes”, dice Alexis, un varón trans cordobés de 24 años al que le costó nombrarse bisexual: “Yo en la adolescencia no entendía nada del cuerpo, del deseo. Y lo primero que se me ocurrió fue que era torta, hasta que estuve con un pibe por primera vez y fue alta confusión, porque ‘me gusta esto, entonces no puedo ser torta, pero también me gustan las pibas…’”.

Agencia Paco Urondo: ¿Cómo fue que te empezaste a nombrar como bisexual?

— Cuando conocí a otros pibes trans que se nombraban así, me dio alta tranquilidad. Siempre lo negociaba antes si me daba cosa que las personas hetero/homo que se vinculaban conmigo sentían que mi deseo no era válido, o veían al suyo tambalear porque no soy lo suficientemente hetero/homo o cis.

Lautaro tiene 26 años, es porteño y también es un varón trans que se asume como bisexual.

—Tardé mucho en darme cuenta de que era bisexual y creo que, en mi caso, gran parte se debe a la discriminación que sufrí siendo torta.

APU: ¿Cómo fue tu "salida del clóset"?

Solo le pude contar a mi vieja que soy bisexual y quedó muy confundida. La realidad es que me siento zarpado con los varones de mi familia y no tengo ganas de pasar por burlas o cuestionamientos sobre mi sexualidad otra vez. A la gente le cuesta muchísimo salir de lo binario.

Lautaro no es el único que siente tensión a la hora de asumirse como bi. “Nunca me he encontrado cómodo definiéndome como bisexual, porque me atraen sexualmente hombres y mujeres, pero al mismo tiempo, siento que hay una cosa que no me abastece, que no me queda cómoda de la etiqueta. Para mí, bisexual implica no limitar mi atracción a nada”, asegura Marcos, un estudiante mexicano de 22 años, que está en pareja con una mujer. “Si alguien me atrae, dejo que fluya esa atracción”.

APU: ¿Tu entorno lo sabe?

— Salí del clóset como bisexual con algunas personas, no le digo abiertamente a todos mi sexualidad. Mi novia lo sabe, mis amigos cercanos también. No he visto ni el espacio ni la necesidad ni la confianza, sobre todo la confianza, de decirle a gente que es solo conocida, no cercana.

Para Patricio, esta reticencia de algunos varones bi a visibilizar abiertamente su sexualidad tiene que ver con una visión normativa binaria y por ende, bifóbica: “O sos una cosa, o sos la otra. Cuando no sos ni negro ni blanco generás rechazo, porque hay un entendimiento binario de cómo funciona la construcción del género y de la orientación sexual. Entonces, ¿qué pasa cuando vos decís ‘a mi me gustan dos cosas’? Les explotan las neuronas. Quedan pataleando en el aire. No lo pueden procesar. A raíz de esta falta de comprensión viene el miedo y el rechazo.

APU: ¿Cómo lidias con esto?

— Si se trata de un vínculo al que realmente le tengo afecto, le quiero hacer notar que está equivocade y abro el juego para que me haga preguntas, intento charlarlo. Pero si es una persona equis quien viene a decirme cómo tengo que ser cuando estoy abajo de las sábanas, la saco cagando.

 

Entre indecisos, perversos y la exigencia de definirse

“Lo de estar en una etapa o confundido es un clásico. Lo de promiscuo, también. En inglés se nos nombra con el término greedy, que es avaro, alguien que quiere todo”, señala Patricio, que pasó por varias situaciones de bifobia, sobre todo dentro del colectivo LGBTIQ+

APU: ¿Cómo es tu levante en las redes de yire siendo varón bi, Patricio?

— En las redes de yire pasa lo mismo que en el resto de las redes. Hay de todo. En Grindr es donde están los masc x masc, los típicos gay de clase media, media alta, con mucha homofobia internalizada, que dependiendo de tu rol en la cama o lo que te pones, tratan de determinar si sos más gay o hetero.

APU: ¿Aclarás que sos bi?

— Siempre lo pongo en mis perfiles, no tengo nada que ocultar en beneficio de conseguir otra cosa, si no te gusta como soy, allá vos.

APU: Marcos, ¿tuviste situaciones de bifobia?

— En algunos grupos donde toda la gente era gay sí sentía una especie de presión, en el sentido de que me preguntaban si me gustaban más las mujeres o hombres; y como estuve más con mujeres, en el sentido cuantitativo, me sentía presionado.

Cruzando el Atlántico, Brais, un estudiante gallego de 19 años, vivió una experiencia similar. Para él, los varones homosexuales con los que se vincula reducen su experiencia como bi a ser básicamente “gay”, mientras que encuentra rechazo por parte de las mujeres por habitar una masculinidad contrahegemónica.

APU: ¿Alguna vez te hicieron sentir que “estabas en una etapa” o que no eras “lo suficientemente gay”?

— Eso último sí; lo de “estar en una etapa” no me lo dijeron a mí, pero sí a otras personas bi.

APU: ¿Tuviste situaciones de bifobia?

— Sí, cuestionamiento y estereotipación cuando lo conté las primeras veces, incluso viniendo de amigos cercanos.

 

“¿Para qué hiciste la transición, si al final te gustan los tipos?”

 La frase es de Lautaro: tiene miedo de que sea esa la respuesta que encuentre en su familia cuando les diga que es bisexual; por eso, por el momento, solo lo sabe su mamá dentro de su entorno familiar.

A Alexis, por otro lado, le cuesta vincularse sexoafectivamente con varones; sin embargo, “ni en pedo diría que es “paki”.

APU: ¿Alexis, se espera que un pibe trans sea hetero?

— Creo que esa es la narrativa hegemónica. Antes de traicionar no podía ser otra cosa que torta, porque era alta chonga. Y está esa idea de que si soy un pibe trans me tienen que gustar solo las pibas. También hay gente que no sabe que soy trans y me lee marica. Creo que (la bisexualidad) es un poco inteligible en espacios del ambiente; ni siquiera se nombra y hay como una sombra de sospecha si te pensás desde ahí.

APU: ¿En las redes de yire decís que sos bi?

— Al principio sí, pero ahora ya no y tengo más levante, pero no sé si es por eso. Igual uso las redes de aire solo para coger, y nada más. Si alguien me pregunta, digo que soy bisexual. Pero no es el lugar político desde donde lo milite, por ejemplo, con si milito cuestiones trans. Igual lo de ser trans, si quiero solo coger, debo explicarlo; lo de ser bisexual puedo omitirlo, si quiero. Lo cual es una paja, pero ahora mi decisión es explicar lo menos posible en espacios que no son políticos.

APU: ¿Te pasó que como varón los pibes gay te digan que no sos lo suficientemente gay porque también te gustan las chicas?

— Esto de que no soy "lo suficientemente gay" lo tengo primero por ser trans. Y obvio que no siento tanta legitimidad cuando hablo de cuestiones de putos.

APU: ¿Cómo vivís esa doble marginación, por ser trans y bi?

— Yo creo que pasa algo re particular. Si solo yirás esta bien, porque en esos espacios se le permite hasta a los chabones pakis. Pero si buscás otra cosa, como comunidad o militar, ahí tensionas otras cuestiones. A mi me pasa que me corren con “no entendés como funciona” cuando cuestiono ideas asentadas en la comunidad gay.

APU: ¿Cómo definirías tu experiencia como bi?

— Yo creo que la bisexualidad es algo que me costó mucho conceptualizar, y todavía no le encuentro la vuelta. Recién en los últimos años empecé a habitarlo abiertamente.

APU: ¿Lautaro, tuviste comentarios bifóbicos alguna vez?

— Sí, me han dicho que es una etapa, que probablemente sea una fantasía y ya.

APU: ¿Que seas bisexual modificó tu forma de vincularte sexoafectivamente?

— Sí, he sentido que es un obstáculo ser bisexual porque la gente lo suele tomar como algo pasajero o como una confusión. Es normal escuchar frases como “le gusta lo que venga” como forma de ridiculizarme.

APU: ¿De qué manera pensás que el haber transicionado afecta tu experiencia como varón bisexual?

— El único motivo por el cual me cuesta relacionarme con varones es la transfobia y el falocentrismo que predominan en la sociedad. No somos vistos como varones por muchos tipos o minas, entonces uno ya tiende a cuidarse de malas experiencias y alejarse de esos deseos por miedo a ser violentado o humillado. El tener que aclarar lo que tengo entre las piernas ya me pone de mal humor, y el no aclararlo se presta a confusiones que terminan en violencia verbal o física, ya que muchos se sienten "engañados".

 

El amor desde los márgenes ¿múltiples?

APU: Marcos, vos estás en pareja abierta con una mujer. ¿Sentís que el ser bisexual es una traba para vincularte?

— Todo lo contrario. Siento que es algo que te expande a relacionarte con quién quieras. Con mi pareja fue una cosa muy increíble, porque eso ha roto ciertos limites. Y más en una pareja abierta, donde existe la posibilidad de que el intercambio pase de cualquier forma, y no está condicionada por el sexo.

APU: Patricio, ¿sentís que hay una relación intrínseca entre ser bisexual y estar predispuesto a la poligamia o el amor libre?

— No creo, es muy personal. Puede ser que a raíz de lo primero haya una puerta para lo segundo. En mi caso no lo he experimentado, podría hacer alarde de la teoría, pero la praxis hace agua.

APU: Alexis, ¿cómo experimentos tus vínculos desde la bisexualidad?

— Como que oscilo entre las dos cosas y en ese sentido la monogamia es ese país que nunca visité.

 Patricio, además de ser estudiante de Historia, practicar tiro y ser fanático de la iconografía anarquista española, tiene tatuado un unicornio con los colores de la bandera bisexual: magenta, violeta y azul.

APU: ¿Qué significa este tatuaje?

— El unicornio para mí es una reapropiación para el empoderamiento. La comunidad bisexual ha sufrido bastante borrado tanto desde el lado hetero como desde la comunidad LGBT; invisibilizarnos, como si no existiéramos. El unicornio es un animal mitológico, de fantasía, en la realidad no existe. Ante la negación de nuestra orientación, se toma al unicornio como símbolo para representarnos.