Cómo es el trabajo intelectual que requiere el mundo de hoy

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Cómo es el trabajo intelectual que requiere el mundo de hoy

27 Octubre 2012

Por Mariela Genovesi l A lo largo de 6 capítulos, Grossberg intenta desentrañar las causas histórico-culturales que no sólo fomentaron el surgimiento y la consolidación de los Estudios Culturales como disciplina de análisis teórico-práctica sino que, además, conllevaron a la construcción de una serie de luchas en contra de la modernidad. Para Grossberg, este entramado no puede pensarse por separado sino en relación. Él concibe a los Estudios Culturales como una práctica intelectual que apunta a una “comprensión del presente al servicio del futuro”, porque en la medida en que examinan cómo el mundo contemporáneo ha llegado a ser lo que es, procuran crear nuevas formas para transformarlo.

Es en el capítulo 1 donde Grossberg presenta el proyecto de los Estudios Culturales en tanto guía para el desarrollo de formas de pensamiento y posibilidades de acción intelectual consecuentes con esta idea de intervención y cambio político-cultural. En consecuencia, en el capítulo 2, teoriza sobre la relación estratégica, necesaria y transformadora que los Estudios Culturales mantienen con la política. De ahí surge una de sus tesis: “los Estudios Culturales son intrínsecamente políticos porque en su intento mismo de estudiar las coyunturas y la efectividad de los discursos significa que no pueden evitar enfrentarse con cuestiones relativas al poder, de manera que, siempre estarán vinculados con las relaciones de poder”. Por consiguiente, el conocimiento que esta disciplina produzca y el trabajo del intelectual, también resultarán ser necesariamente políticos. Por eso para Grossberg es importante pensar en el compromiso y la responsabilidad intelectual de lo que se produce, siendo lo que se produce un insumo, una vía para tener una análisis crítico de la situación en la que estamos, cómo se llegó a ella y hacia dónde vamos. Desde su mirada, la pregunta de la política “no es dónde queremos estar, sino cómo pasamos de dónde estamos a dónde queremos llegar”.

Parte de ese análisis crítico, requiere para Grossberg desandar el camino de los “supuestos modernos”. Eso es lo que se propone en los capítulos 3, 4 y 5, en los cuales pone en tela de juicio uno de los supuestos centrales del pensamiento euro-moderno que consiste en tratar a los “contextos” como un conjunto de campos fracturados y relativamente autónomos –la economía, la cultura y la política. La misma práctica interdisciplinaria y contextual de los Estudios Culturales apunta a estudiar estos campos de manera transversal y entrelazada apelando a su complejidad.

Por consiguiente, Grossberg dedicará el capítulo 3 a considerar los desafíos interdisciplinarios que supone abordar cuestiones relativas a la economía dentro de un análisis coyuntural que contemple la crisis financiera-capitalista y la crisis de la teoría del valor económico y la lógica de conmensuración. Esto último, además, es lo que le permite establecer una relación entre esos “tres campos fracturados”, puesto que la crisis de la lógica de conmensuración es leída por Grossberg en clave discursiva, debido a que remite a una incapacidad, una cierta imposibilidad para constituir, calcular, medir y comparar las diferencias en pos de los sistemas de valor mediante los cuales se juzgan, se miden y se leen los diferentes reclamos. Una posible salida a ello, radica en encontrar o inventar espacios en los cuales las prácticas no necesiten articularse mediante o en relaciones de conmensuración, pero asimismo, también implica considerar y juzgar a la otredad a través (y no a pesar) de su diferencia.

En consecuencia, se torna necesario para Grossberg pensar en el capítulo 4 a la cultura “por fuera de”, pero también, “junto a” la lógica euro moderna de la mediación. Para ello problematizará ambos conceptos, el de cultura y el de mediación, de manera contextual –entorno a la modernidad, las luchas anti-modernidad y las consecuentes crisis que éstas desencadenaron-. Asimismo, además de tratar la relación entre ambas en el plano de lo discursivo -y entorno a la cuestión de la significación y la representación- también ahondará el plano corporal, para lo cual retoma diversas teorías sobre la afección y el papel del afecto en dicha tríada –cultura-mediación-afecto (afecto como energía de la mediación).

Así llega también al análisis de la cultura popular y al rol de los medios masivos de comunicación como parte de los objetos de estudio e interés de los Estudios Culturales. Partiendo de la premisa de que las formas en que se superponen y articulan las relaciones entre “lo popular” y "lo político" han cambiado, Grossberg se pregunta: ¿cómo pensar los espacios de resistencia y lucha de “lo popular”? ¿Se han debilitado, han desaparecido, se han transformado?; ¿Cómo “lo popular” está implicado en la euro-modernidad? ¿Puede “lo popular” ser un acontecimiento histórico? ¿Cómo analizar la especificidad coyuntural de “lo popular”, sus organizaciones y efectos? ¿Cómo operan los medios de comunicación en esto? ¿Cómo intervienen?

Por último, los capítulos 5 y 6 se ofrecen como cierre. Uno a nivel teórico –problematizando diversas teorías y corrientes que se proponen abordar las formas y lugares del poder- y otro a nivel propositivo –cómo pensar otras posibilidades, otras modernidades; a través de qué invenciones, qué construcciones. La intención es cambiar al mundo, cambio que Grossberg concibe como político y nodal de los Estudios Culturales