La Pampa: encarcelan a periodista por sacar fotos a la policía

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La Pampa: encarcelan a periodista por sacar fotos a la policía

23 Abril 2016

Por Cintia Alcaraz*

Ayer, viernes 22 de abril de 2016, a las 9 de la noche, recién salida de una capacitación sobre Medios y Género, me topé con un operativo policial justo donde tenía estacionado el auto: Hilario Lagos y Avellaneda. Me acerqué unos pasos y vi que acorralaban a dos pibas, una con un bebé en brazos y otra que hamacaba un carrito con un niño de unos tres años. Alrededor de 5 policías las acusaban de haber robado una prenda de vestir, en alguna tienda de por ahí nomás.

Primero pregunté a las chicas si estaban bien y luego sugerí al policía que comandaba el operativo que tuviese reparos en su accionar, para no causar traumas a los chiquitos. Era todo demasiado espectacular para un hecho tan menor: motos, camioneta, despliegue de efectivos. El policía me aclaró que ellos hacían lo que querían y que yo no les iba a dirigir el trabajo. Ordenó que requisaran las pertenencias de las chicas y el changuito del bebé. En ese momento saqué mi celular, grabé un audio que mandé a las compañeras Autoconvocadas (para que avisen al Defensor de Niñez) y luego pretendí tomar una imagen y cubrir la información para Radio Kemés (medio comunitario que integro desde hace tres años). Un segundo después sentí un tirón en el brazo y el arrebato del teléfono. Me di vuelta y era el jefe del operativo que me acusaba de estar cometiendo un delito. Según él, no se puede filmar operativos. Le explico que es un operativo en la vía pública, que es mi derecho como ciudadana, pero que además soy comunicadora y el teléfono es mi herramienta de trabajo, que me lo devuelva. El tipo se niega y entonces comienzo a gritarle que se trata de un robo, que me está robando el teléfono. En ese momento ordena mi “detención preventiva” y me indica subirme a la camioneta. Me niego, le digo que además soy trabajadora judicial, que esto es una detención ilegal. Que estaba haciendo una cobertura periodística y que no me subo nada. Vienen dos mujeres a las que les ordena que me suban. Ellas me dicen que lo haga por las buenas y entonces les pregunto que cómo sería por las malas. Forcejeamos un poco hasta que me suben. Pobres minas, pensé. Hasta se les notaba que tenían vergüenza. Una me pidió disculpas y me dijo que también era madre y le dolía que estuviesen los chicos viviendo todo eso.

En la camioneta no grité demasiado porque iba con las pibas y los dos bebés, pero les repetía todo el tiempo que me devuelvan el teléfono, que era mi herramienta. Además quería avisar a mi familia. Les decía que tengo un bebé y que me estaba esperando. Ya en la comisaría pedí otra vez mi teléfono, hacía una hora que había avisado que volvía a casa. No me lo dieron, ni me dejaron usar el de ellos.

Como todavía no me habían pasado la sala con rejas que está al lado de las celdas, aproveché y le pedí que me preste el celular a a una mujer que estaba en el hall: la que había denunciado el robo de la prenda. El único número que me acordaba era la línea del Diario La Arena. Increíble. Llamé, pedí que me comunicaran con mi amigo Lautaro y le solicité, a los gritos, auxilio. Ni bien llegó el equipo de La Arena los milicos se pusieron locos. Empezaron a hacerles preguntas a los periodistas y fotógrafos. Los metieron a una sala. Un amansamiento.

A mi me llevaron a la sala con rejas y me ficharon. Como queda pegada a la celda, que estaba llena de presos, aproveché para ver. Estaba bien oscura y tenían la comida en un tupper tirado en el suelo. Uno de los guardias entró y pateó ese tupper para afuera. Ahí quedó.

En la misma sala con rejas estaban las pibas y los bebés: al lado de los presos. Las requisaron delante de sus hijos. Uno lloraba porque tenía un hambre bárbaro y cuando me acerqué para alzarlo, intentaron sacarme. Igual lo alcé y le dije que yo también estaba cagada de hambre y que estudie, que no sea como esos tipos. Hasta ese momento, ni las pibas ni yo teníamos defensor o defensora.

Me llevaron a otra sala, me revisó un médico. Le dije que no iba a encontrar marcas, que no son tan boludos. Ahí me dejaron hasta que vino otro policía y me dijo que estaba “detenida preventiva” y que podía estar hasta 12 horas. Volví a preguntar qué delito se me imputaba … al pedo. Unos minutos después, a las 23:20 hs., me notificaron de mi detención (que había sido a las 21:10). Me dijeron que me imputaban el delito de obstrucción del accionar policial y que se me iniciaba una causa en los términos del 241 no sé qué inciso. Les dije que firmaba si me traían un abogado. Se hacían los boludos. Que ya me lo iban a designar. No lo hicieron. Tuve abogado, también las pibas, porque Diego Acosta, compañero de CTA fue llamado por la compañerada que me esperaba en el hall de la Tercera y que no paraba de cantar “Tierno,basura, vos sos la Dictadura”. Hice la denuncia por privación ilegítima de la libertad y apremios. Los chicos y las pibas, hasta esa hora, no habían comido nada y continuaban en la sala con rejas al lado de la celda llena de presos.

El teléfono me lo devolvieron a las 23:23 hs. Durante más de dos horas lo tuvieron en su poder. Si hubiese alcanzado a tomar alguna imagen, tuvieron tiempo de borrarla.

Los milicos dicen que los insulté y les pegué. ¡Ja! Insultos seguro. A una le dije boluda y cuando me dijo “no soy boluda”, le dije “Tenés razón. No sos boluda, sos re boluda”.

Lo que me hicieron, potenciado a perversiones impensadas, se lo hacen todos los días a los pibes y pibas de nuestra ciudad. Entonces, no sigamos esperando.

* Militante social y periodista pampeana de Radio Kermes: www.radiokermes.com.

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