Lo que los niños no eligen: la lógica del capitalismo posmoderno en el discurso sobre la infancia

Lo que los niños no eligen: la lógica del capitalismo posmoderno en el discurso sobre la infancia

02 Febrero 2017

“El futuro llegó hace rato”
Indio Solari

A partir de dos discusiones actuales que ponen en cuestión la capacidad de elegir de los niños - por un lado la baja en la edad de imputabilidad y, por el otro, la elección de la orientación sexual - se vuelve indispensable una reflexión sobre la relación de los discursos sobre la infancia y la lógica del capitalismo posmoderno.

En un extremo, las formas discursivas a nivel global desplazan los problemas relativos a la desigualdad social para poner en el centro del debate la cuestión de la delincuencia, con una total indiferencia respecto de sus causas y una sobreactuada actitud de emergencia respecto de la necesidad de atender sus consecuencias: para el discurso neoliberal el problema de la delincuencia infantojuvenil debe ser resuelto ya. Y es justamente en este arrebato, nada inocentemente agitado por los medios de comunicación, que la opinión pública se vuelve inmediata, poco sensible, poco elaborada y, en rigor, cuasifascista.

En el otro, el discurso mediático posmoderno de carácter multiculturalista y respetuoso de las minorías, tiende a desplazar de la discusión los fundamentos teóricos elaborados por el psicoanálisis (discurso político y emancipatorio por excelencia) y a basar sus conclusiones en marcos conceptuales menos sólidos. Los mismos, subsidiarios de la pseudo teoría de la New Age (discurso pretendidamente apolítico, y muy eficaz neutralizador de la lucha popular) con una marcada reticencia al cuestionamiento y la problematización, adoptan, aquí también, una posición unívoca y apresurada que no permite dar a la discusión la profundidad y elaboración que merece.

Creemos que en los dos casos se cae en la trampa posmoderna. Por un lado se obtura el pensamiento crítico y la posibilidad de complejización que estos temas requieren; por otro, se pierde de vista la dimensión ideológica propia de su tratamiento discursivo, que toma un contenido genuino de reivindicación y lo trasforma con el objetivo final de satisfacer las exigencias del mercado: en tanto y en cuanto los niños “eligen” son responsables de sus actos. De ahí que puedan optar por pertenecer a uno u otro género, vestirse, transformar su cuerpo, incluso cambiar sus nombres para pertenecer al género opuesto. De ahí también que delinquir se considere una opción, ante la cual los niños deben responsabilizarse ante la justicia. En ambos casos la lógica de mercado se ve favorecida: al imputar a un niño queda automáticamente invisibilizada la relación pobreza/ delincuencia; y al promover la elección sexual a temprana edad se garantiza la fórmula de los “estilos de vida” que, amparada en el discurso de la diversidad, sigue subdividiendo el mercado para mejor reclusión de sus consumidores.

Más allá del discurso de los medios masivos de comunicación, se abre la pregunta acerca de dónde se posicionan los Derechos Humanos ante esta situación. Si, por un lado, se elabora toda una serie de consideraciones sobre los derechos del niño (vinculadas a los contextos, la circunstancias y la incapacidad de elegir en etapas tempranas de desarrollo) que sirven de fundamento para oponerse a la baja de la edad de imputabilidad; por otro, la defensa de la elección sexual y de género en niños, e incluso la legitimación de la llamada “homosexualidad infantil” parecería refutar esos propios argumentos.

No se trataría aquí, entonces, de posicionarse a favor o en contra, sino de revisar (con cierto nivel de sospecha) los fundamentos sobre los que se basan estas posiciones. Si la Ley 22.278 en Argentina entiende que los menores de 16 años no pueden comprender, por su inmadurez, la criminalidad de sus actos, y si la Ley 26.061 plantea que los derechos de los niños y adolescentes deben basarse en su edad, su grado de madurez y su capacidad de discernimiento, nos preguntamos ¿por qué el discurso de tendencia progresista tomaría en cuenta estas consideraciones en el primer caso y no en el segundo? Y ¿por qué un discurso reaccionario aceptaría los derechos de un niño homosexual pero no los de un niño que delinque? Y con respecto a los discursos de los sectores intelectuales avanzados acerca de estos temas, ¿por qué tan rápidamente dar por sentada la relación entre libertad y elección?, ¿existe, en todo caso, la consciencia de que citamos a Freud y a Lacan para la defensa de los derechos de algunos niños y olvidamos las mismas citas automáticamente para la defensa de los derechos de otros? Finalmente, ¿será posible que la lógica del capitalismo posmoderno se haya filtrado también en los discursos progresistas más formados y mejor intencionados sobre la infancia, de modo tal de volverlos casi indiscernibles respecto de los discursos reaccionarios? ¿Estaremos ante un estadio avanzado de la esquizofrenia posmoderna de la que hablaba Frederic Jameson en su Teoría de la Posmodernidad? ¿Estaremos los adultos, especialmente los que trabajamos el políticas públicas y en cultura, lo suficientemente maduros como para tomar la responsabilidad de formularnos estas preguntas con seriedad y desde una perspectiva ético-política que podamos sostener?

Por el momento el tratamiento discursivo de estos problemas parece bastante superficial y poco comprometido en términos de producción de conocimiento. Una cosa es indudable: los niños no eligen al sistema capitalista en el que nacen. Los niños no eligen que sus imágenes circulen en las redes sociales (incluso sus imágenes ecográficas de antes de nacer). Los niños no eligen convertirse en mercancía (desde la explotación y prostitución infantil hasta la ostentación del hijo). Los niños no eligen ser consumidores del mercado del niño (desde ropa, juguetes y tecnología hasta las últimas novedades, como los psicofármacos para el tratamiento de “patologías” de comportamiento, y los tratamientos médicos y estéticos para su transformación de género y eventualmente de sexo). Los niños, definitivamente, no eligen ser consumidores (¡los mejores!) y consumidos (¡los primeros!). ¿Apocalíptico? No tanto. El futuro llegó, hace rato.

RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs).