La vida y la muerte

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La vida y la muerte

16 Octubre 2020

Por Mariano Molina* | Foto: Camila Alonso Suárez

¿Cómo poder decir lo que a veces creemos que es imprescindible decir? ¿Cómo decirlo de un modo que puedan comprenderse los objetivos fundamentales de un tema tan trascendental? 

Hay momentos en los que se necesita marcar la línea de límite. Lxs que están de un lado. Lxs que están del otro. Así, sin más. Imagino que a cada una y cada uno que lee le pasó algo similar alguna vez. Hay momentos en que no nos podemos callar. Más allá de nuestras responsabilidades. O, precisamente, por nuestras responsabilidades. 

Soy parte de un equipo directivo de una institución educativa. Un cargo elegido entre docentes, estudiantes y graduadxs. La democracia que reivindicamos en las instituciones de educación superior. Escribo por decisión personal, sin involucrar ni comprometer a la institución por mis escritos. Pero sabiendo que los cargos conllevan responsabilidades. 

Desde hace un tiempo, con el equipo de comunicación institucional, expresamos pareceres, opiniones y sentimientos en las fechas que consideramos de importancia o frente a hechos que por su trascendencia involucran a la sociedad. Este 12 de Octubre volvimos a decir lo que consideramos necesario y acorde al día. Y recordamos palabras de Evo Morales graficadas con un primer plano de manos indígenas. Una de esas imágenes que instantáneamente te recuerdan que hay manos y rostros que vienen desde el fondo de la historia. Lo hicimos como intento de reconocer las comunidades originarias de nuestro continente, pero también a las que habitan nuestro país y que son muchas y muchas. 

Se sabe que el 12 de Octubre, desde hace años, dejó de ser el día de la raza para convertirse en el día de la diversidad cultural. La definición de diversidad cultural implica muchas cosas, incluso debates. Esta fecha es, fundamentalmente, la visibilización de la lucha de pueblos originarios y de miles y miles de habitantes de nuestro país y el continente -no necesariamente descendiente de indígenas- por el reconocimiento de las culturas preexistes a la llegada de Colón, de la atrocidad que significó la conquista y de algo que sabemos y conocemos bien: la existencia de un genocidio que duró siglos. Desde el año 1992 hay un proceso de reconocimiento -que luego va a convertirse en masivo- acerca de la existencia del genocidio y la muerte. Y vuelvo a nombrar la palabra G-E-N-O-C-I-D-I-O, porque no es propiedad exclusiva del nazismo o de la última dictadura argentina.

En las instituciones educativas hemos tenido un largo proceso de aprendizaje y debate. Podríamos utilizar una palabra muy del presente: un proceso de deconstrucción de nuestras propias concepciones colonizadoras. Es una tarea que lleva décadas y continúa.
 
Pero resulta que el mismo gobierno que es responsable de las instituciones educativas donde trabajo, este 12 de octubre volvió (una vez más) sobre esas acciones colonizadoras que tanto tiempo llevaron deconstruir. Y lo hizo entendiendo que era el día para poner los colores de España en ámbitos del patrimonio público de la ciudad. "En esta fecha tan importante para el pueblo español, desde la ciudad los acompañamos encendiendo las luces de nuestros íconos porteños con los colores que los representan”, señaló la ministra de Espacio Público e Higiene Pública de la ciudad, Clara Muzzio. Esta acción es una ofensa sobre la que hay que poder hacer algo más que enojarse. Porque no es una discusión sobre España o el antiespañolismo. Es otro tema. Lo que hace la acción del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es desconocer (una vez más entre tantas) la existencia del sufrimiento, la muerte y el desprecio que se ha padecido en estas tierras. 

Poner los colores de España en monumentos, un 12 de octubre, es parte de un proceso de restauración colonial. No creo que pueda decirlo de otro modo. Suena grandilocuente, pero es así. Y esta restauración es un proceso que tiene su fuerza y viene desde lejos. No es ninguna alucinación. Quienes reivindican la cosmovisión colonialista desconocen las bases de nuestra creación como intento de nación. Desconocen a la Revolución de Mayo, a Belgrano, San Martín y a los constituyentes de Tucumán, que redactaron nuestra declaración de Independencia en español y quechua. Es decir, desde la primera hora de nuestras revoluciones e intentos independentistas hay un reconocimiento de aquello que la corona española intentó exterminar. Por eso nuestro himno original reconoce la presencia del pueblo inca y expresa “a sus plantas rendido un león”. Y por eso mismo las diversas restauraciones colonialistas la ocultaron. En ninguna ocasión hubo angustia en lxs patriotas, más bien todo lo contrario.

Reconocer la diversidad es reconocernos en una vida que incluye los miles de mundos existentes en nuestro continente y nuestro territorio. Y es también recordar que la mayoría de los habitantes de Argentina tienen algo de sangre indígena corriendo por sus venas. Somos en la diversidad y el mestizaje. Con todas sus contradicciones. No somos en la hispanidad y la falacia que descendemos de los barcos. 

En nuestras instituciones enseñamos para la diversidad. El gobierno al que pertenecen las instituciones desconoce esas diversidades. Y lo aplica en una política pública reivindicando una cosmovisión del mundo colonizadora. ¿Qué hacemos, entonces, desde una institución educativa? ¿Podemos callarnos ante tamaña aberración? ¿No es nuestra obligación como responsables de instituciones educativas alzar la voz y decir que esto es realmente una aberración? Tenemos la necesidad de decir algo, pero, fundamentalmente, tenemos la obligación que implica a nuestras responsabilidades y nuestros modos de comprender y habitar una ciudad y sus instituciones.
En la presencialidad, probablemente nos hubiéramos reunido todas y todos en el SUM del instituto y hablaríamos de esto para expresar nuestro repudio y desconocimiento a la actitud del gobierno de la Ciudad.  Pero no estamos en la presencialidad y buscamos otras formas de expresión.

No sé si logré el objetivo que propuse al principio del texto. Pero intuyo que todas, todos y todes entienden por dónde va la cosa y cuál es el grito que se quiere expresar. Eso es exactamente lo que quisiera dejar en claro. Esa es la línea divisoria que nos pone de un lado o del otro de la vida.

*Rector del Instituto Superior de Tiempo Libre y Recreación