Horacio González (parte I): “Hay que cambiar las segmentaciones del lenguaje de la Facultad (de Sociales)”

Horacio González (parte I): “Hay que cambiar las segmentaciones del lenguaje de la Facultad (de Sociales)”

21 Septiembre 2011

"Con el mismo propósito electoralista iba a decir que soy un viejo profesor, pero no sé si de esta carrera. Si reviso mi participación ya de tres décadas casi en esta facultad desde que se fundó, creo que soy profesor de una carrera lindante a la de Ciencia Política que, si no me engaña la memoria, se llama Sociología. Entonces, ahí veo un problema, como una facultad de carreras que tiene ciertos tabiques, ciertas mamparas, tienen ciertos lenguajes que se constituyen tanto en las aulas como en los pasillos. Podemos llamarlos jergas sin temor a ofenderlos porque son lo que queda después de pasado cierto tiempo, que sería el lenguaje tal como aparece en su nivel de máxima expresividad y quedan un conjunto de palabras habituales, rutinarias y demás que son señales de identificación de lo que es una carrera.

"Si hago esta descripción que sin ser enteramente irónica no es algo que se dirija a algo que aprecie especialmente, es porque efectivamente la facultad de Ciencias Sociales merece un cambio importante que se puede iniciar en algunas de las carreras. Pienso que esta es una oportunidad para iniciar en la carrera de Ciencia Política un cambio en relación a estas segmentaciones del lenguaje que tiene la facultad, que nunca me dejaron satisfecho y que de tanto en tanto merecieron cíclicas renovaciones empeñadas por sucesivos movimientos de estudiantes y profesores, de las cuales puedo recordar algunas.

"Yo estudié en la era de Germani, entré con la era Germani y Germani estaba cansado. Había sentido que su lenguaje no estaba en condiciones de incorporar –él que era un teórico de las teorías del cambio, de las sociedades de masas y el proceso de cambio– las nuevas militancias no le satisfacían. Y en medio de una gran amargura, él que también era un exiliado porque era un profesor romano, un muchacho italiano, hizo otro exilio y se fue a Estados Unidos. Y apareció una ola de expectativa nueva en la facultad –me refiero a esta misma facultad cuando estaba en otra calle de esta misma ciudad–- que la desarrollaban discípulos de Germani, personas que también se sentían insatisfechas de Germani: Laclau era un insatisfecho de Germani; Portantiero fue un insatisfecho de Germani; Eliseo Verón fue un insatisfecho de Germani; Miguel Murmis fue un insatisfecho de Germani.

"Verón y Murmis iniciaron un movimiento con fuertes expectativas de cambio en la carrera de Sociología ­–no existían las demás carreras; estoy hablando de la facultad de Filosofía y Letras–, que impregnó al conjunto de la sociedad de Filosofía y Letras y al conjunto de la Universidad. Por eso, los rectores de cierto período cuando las expectativas de cambio se fortalecen eran personas que salían de Sociología: Ernesto Villanueva, rector de la Universidad en el `73; Delich, rector de la Universidad en el `83. Una carrera, incluso una cátedra, una cátedra transmite una carrera. Un libro transmite una cátedra. Una cátedra, una carrera. Una carrera, la facultad. Entonces empieza a temblar los alambiques que seusdos profesores prepararon para tener bajo control el lenguaje de estudiantes y profesores y militantes, que no es muy diferente.

"Entonces, Murmis y Verón propusieron otra carrera de Sociología y eso también quedó en el agua de borraja de la historia. Quedó ahí porque, si pienso retrospectivamente esos años de expectativa, donde el lenguaje llamado funcionalista de Germani va a ser impactado por grandes descubrimientos que venían de otras realidades y también más aptos para estudiar las nuestras, las palabras quedaron también, digamos, se desprendieron de esas expectativas. Son hojas de almanaques de sueltas las que quedaron: el estructuralismo; la sociedad global, decía Murmis; el análisis semiológico; la semiología. ¿A dónde quedó eso? Eso también se puede decir o que es el ciclo natural de los intentos de recambio, que son suplantados dos años más tarde por otros lenguajes y otros profesores y hay que aceptar que es así, o lo podemos –y ponernos un poquito más escépticos– poner en la serie de los intentos de transformación de esta facultad que se empeñan generacionalmente y que finalmente crean sus propias rutinas. Los sociólogos funcionalistas en la reutilización del cambio, es decir, reconociéndose en sí mismos que de algún modo institucionalizar, generar rutinas, terminar las épocas carismáticas era un momento necesario de tranquilidad institucional. Y en ese sentido se pueden computar después otras transformaciones.

"Cuando se crea la facultad de Ciencias Sociales curiosamente no hubo una ola de expectativas interesantes, porque había una vacilación si iban a ser más carreras, separarse de Filosofía y Letras. No fue una separación común. Aún a mí me resulta, como soy alguien que viene de la Facultad de Filosofía y Letras, de la carrera de Sociología, esta entidad que todavía no existía, medio fantasmal llamada facultad de Ciencias Sociales, compró sin beneficios de inventario todo el paquete que había en Sociología, como se compró un paquete que había en remotas carreras de Relaciones del Trabajo que estaba en la facultad de Derecho. Y con todo ese paquete pasaron personas –y pasé yo también–, pasaron un montón de personas a generar otra realidad.

"Y si no me equivoco, Portantiero, que ya no era el de su juventud, el Portantiero institucionalista se jactaba de que la vida de la política era poder ser un buen institucionalizador. Yo no estoy tan seguro que sea así. Por supuesto ni en ese momento, ni sé si es una gran discusión cuestionar a los institucionalizadores, que los hubo en toda la historia que se precie. Incluso hoy se habla de institucionalizar más respecto de algo que estaría institucionalizado menos. De modo que no es eso lo que me preocupa, sino que no hubiera habido la módica épica que preside a las grandes fundaciones. Portantiero decía: “Me jacto de ser fundador de la institución”. Y lo dijo es una gloriosa entrevista en una revista no menos gloriosa, El Ojo Mocho, el título decía “Portantiero: ‘me jacto de ser fundador de la institución’”. No había mayor épica ahí. Y ya las cinco carreras –porque se decía así, se computaba el número– o frente a las 14 que da formar parte de algo de lo cual, al producirse un desgarramiento, se produjo un deber implícito y casi no escrito y tácito a todos los profesores de la facultad que es recrear en algo el espíritu de la Facultad de Filosofía y Letras. Que para mí recorre todo el espíritu universitario en cuanto se constituye por la filosofía, más cerca de ser una carrera buena o mala.

"Pero se empobreció también la carrera de Filosofía al separarse un aspecto dinámico que la contenía y se empobreció la de Historia. Se han empobrecido. Y la pregunta a hacerse es si se enriqueció al mismo tiempo con capacidades fundacionales, con la responsabilidad de tomar el resto a su cargo, con la aventura de traspasar de distintas maneras las paredes que se iban formulando. ¿Y quién formula esas paredes? Las paredes se fueron formulando muy rápidamente. Se creó la carrera de Ciencia Política –antes era una materia de Sociología– y esa creación es interesante. Las creaciones tienen interés. Y me permito decir que hay una pregunta interesante sobre lo que se crea, que es ¿y si no se crea nada? ¿Y si agregamos algo a lo que ya está? Eso también es una pregunta interesante. El edil, el legislador prefirió crear otra carrera dentro de una facultad que sumó la carrera de Ciencia Política bajo una cierta expectativa.

"El alfonsinismo, que fue una expectativa importante en la Argentina, hizo ingresar un lenguaje, hizo ingresar otros temas. ¿Dónde se hubieran leído si no los políticos de la democracia, los pensadores de la democracia? Ludolfo Paramio, por decir alguien. Es decir, era un momento donde la teoría de la democracia venía a sustituir viejos impulsos de otra índole. Pero había un precio para eso, que era la creación de las mamparas, de los biombos que había. Por ejemplo, en Sociología era evidente que se comenzó a hablar de los padres fundadores. Se lo decía en inglés porque no sé qué autor lo promovía, la idea de “founding fathers” y eran Durkheim, Weber. Y un poco es así todavía. Es cierto que aparecen oleajes, remezones, formas nuevas relativas. Pero los padres fundadores son serios. No sé si se puede agregar uno más, uno más. Y atrás, Saint Simon, que es el inventor de la palabra. Y hacia adelante, Gramsci. Pero ya con Gramsci hay más problemas, porque se está adquiriendo el enorme capital que viene de una experiencia histórico-política de otra índole y de un personaje encarcelado, de escritura propia, vinculado a una especia de profesión muy vocacional de la lingüística o de la filología. Entonces ahí se producía, con Gramsci, un espectáculo interesante que era hacer temblequear esa pared. Pero igual no temblequó mucho.

"Se reconoce el lenguaje de un estudiante de Sociología muy fácilmente. ¿Por qué? Porque hay un peso profesional que obliga a que se reconozca ese lenguaje. Ciertas frases de Durkheim, ciertas frases de Weber colocadas sobre la mesa donde seguramente puede haber hoy un Mariátegui o puede haber un José Martí. Pero están colocados sobre la base de que hay una preservación, una cierta propiedad del lenguaje que finalmente es lo que caracteriza la especificidad de una carrera.

"Ciencia Política también tuvo su giro: generó una gran revolución desde el punto de vista de ir más para atrás. La Sociología, con su encarnizamiento en cierta modernidad y su posición de que la historia comenzaba en el siglo XIX, se había olvidado de estudiar acabadamente a un Hobbes, un Maquiavelo, un Aristóteles, un Platón. Entonces, que eso se haya introducido me parece que fue una de las grandes novedades. Pero el movimiento estudiantil no lo anuncia, porque el movimiento estudiantil no sé si tiene como misión eso. Podría tenerla, pero no dice “¡Menos mal que apareció Maquiavelo, Hobbes!” Las luchas bibliográficas son secundarias en el movimiento estudiantil. A veces parecen primarias, pero en general son secundarias. O cuando son primarias es para decir “Weber es un funcionalista retrógrado” y se inhibe de alguna manera la lectura de un maestro de la lengua alemana, que hace vibrar aún hoy la imaginación sociológica, por decirlo con una vieja palabra.

"Entonces, no voy a analizar las demás carreras, pero me parece que sin duda habría que hacerlo. La carrera de Comunicación –también de esa época– genera otro problema porque al mismo tiempo es la que parece, al no tener un campo específico y ser todos los campos, como su propia definición lo indicaría, aparecieron fenómenos de expectativas muy relevantes en la carrera de Ciencias de la Comunicación. Es decir, toda la experiencia Casullo, cuyo rastro se nota hasta hoy, fue uno de los momentos más importantes que los que quisieron introducir Eliseo Verón y Miguel Murmis, ya olvidado en la carrera de Sociología. Mucho más importante, muchísimo más importante. La presencia de Oscar Landi también la carrera porque venía del Partido Comunista. O sea, venía de una historia de vida que es la Argentina: Partido Comunista, Partido Comunista Revolucionario, ruptura del Partido Comunista Revolucionario, exilio. Yo no diría que la experiencia de ese país es interesante. Es absolutamente dolorosa. Pero cuando ocurre y se incorpora, aparece un tejido nuevo. Y después venía, ¿qué venía después? Venía la palabra maldita de Argentina: peronismo. Esa es la historia de Oscar Landi. Toda esa reserva idiomática, esa reserva textual de la vida de Oscar Landi y de Nicolás Casullo, que es lo mismo, Nicolás Casullo es un outsider de la universidad. La universidad muchas veces genera una situación donde un outsider, un personaje individual autodidacta es más importante que cien profesores que tengan la categorización exclusiva perfectamente avalada por el rectorado y sin ningún tipo de crítica a hacerse respecto a su llenado de formularios." (Agencia Paco Urondo)