Del cuartel a la cacerola

Del cuartel a la cacerola

01 Junio 2012

Escriba, que suele tener un poder de síntesis agudísimo puso en Twitter:

"Si considerás que es momento de hacer cacerola por mano propia es, en primer término, porque hay un opositor que no te está representando."

Me pareció espectacular y volvió a ratificarme la potencia que pueden llegar a tener esos 140 caracteres. Al toque me inspiré yo y puse:

"Los que antes golpeaban los cuarteles ahora golpean cacerolas. Estamos mejor"

Y es así nomás. Podríamos hasta legar a la cuenta de que llegan tarde estos cacerolazos que, además, fueron de una tibieza que asombra. Faltos de ganas, de fe, de convicción. Gritos de viejas crecidas al calor del golpismo gorila, espasmos de  hijos de empresarios del campo domiciliados en las zonas acomodadas de la capital federal.

Tienen que levantar el 54 % de octubre, tienen que levantar que el que les sacó el aumento en la provincia es Scioli, si, Scioli, la mismísima esperanza blanca, el que no se mete con nadie. Tienen que levantar que el pueblo trabajador se les está cagando de risa y para sus adentros murmura "tendrían que haberles subido aún más los impuestos a estos garcas". Y tienen que levantar que desde el 2008 hasta el 2011 la sociedad comprobó que no están capacitados ni siquiera para explotar la victoria que tuvo la Mesa de Enlace con la 125 y que luego el Grupo A ni siquiera tuvo capacidad para aunque sea bajar un par de puntos las retenciones. Hasta tienen que levantar que uno de los cuadros más lucidos que pudieron tener, Felipe Solá, los abandonó.

La sociedad argentina creció y ese crecimiento es el que dejó en la más horrorosa extemporaneidad las brabuconadas de Biolcatti y Buzzi. Pero qué contundente el Escriba, che, que precisión. Si tenés que agarrar la cacerola y salir al balcón es porque no tenés una puta herramienta política a mano y las elecciones de renovación parlamentaria no hacen más que preanunciar que el oficialismo las vuelve a ganar. Ahí está el dolar ilegal sumido en la vergüenza. No saben qué hacer para mantenerlo en ese ficticio 5,90. Ahí están sus modelos internacionales cayéndose a pedazos, se quedaron sin referentes y ni ejemplos tienen para darle a la sociedad. Ahí están los autos y las camionetas de los que se quieren hacer pasar por unos pobres diablos a la hora de ponerse. Ya no engañan a nadie, salvo, obvio, esa pequeña porción de boludos útiles que son los que compraron dólares a 6,10 y no le abrieron a los censistas el día que murió Néstor. Una minoría con una capacidad de movilización reducida al bocinazo y una profundidad argumental que jamás supera la memorización de un zócalo de TN.

Con un agravante, que nos hacen cerrar filas a los de la mayoría.