Clarín, Lopérfido y las cuentas miserables

Clarín, Lopérfido y las cuentas miserables

18 Febrero 2016

Por Josefina Figueroa

En el marco de la campaña “salvemos a Lopérfido”, el hijo del historiador propone algo así como dejar en el pasado aquel “espíritu libertario e inconformista que nos inspiró durante los años de la dictadura y también -no a todos, claro- durante los años del aplastante discurso kirchnerista”. Espíritu innecesario y obsoleto, claro, para los tiempos que corren, caracterizados por el diálogo, el respeto a las instituciones y la pluralidad de voces.

Así vemos aparecer la descalificación a los artistas que casualmente, días atrás, hicieron público su repudio frente a los dichos del ministro y se manifestaron en apoyo a Abuelas y Madres de Plaza de Mayo en el pedido de renuncia del funcionario macrista. Entre ellos se encuentra el español Joan Manuel Serrat, quien tuvo su merecido castigo por defender causas ajenas: “Unas declaraciones de Darío Lopérfido sobre el terrorismo de Estado y sus víctimas suscitaron la inmediata reacción del kirchnerismo, que acompañado por un conjunto internacional de 'gente correcta' pero poco informada, como el propio Serrat, impugna la discusión del tema y hasta acusa a Macri de defender la dictadura.”

Más luego, el historiador redobla la apuesta al banalizar la lucha por los Derechos Humanos, acusando a Hebe de Bonafini de haberla convertido en una “franquicia”, en nombre de la cuál un conjunto de oportunistas y profesionales encontraron “la posibilidad de una carrera rentada por el Estado” engañando al pueblo durante treinta años con datos que no tienen "sostén empírico".

Y agrega: “La cuestión del número es un parte aguas entre una mirada del pasado rigurosa y comprensiva y otra mítica e intolerante. No es solo una discusión de especialistas. El mito sostiene la franquicia, alimenta el dogmatismo y bloquea la posibilidad de reconstruir una cultura política plural.”

Llegando al final, Romero se afirma y se lanza a la disputa por el sentido. Nos invita a discutirlo. Marca la grieta, dos verdades, y en el medio, a los 30.000 desaparecidos.
"La causa de los derechos humanos, desprestigiada por quienes la han faccionalizado, merece mejores defensores. Por eso es necesario mantener abierta la discusión. El gobierno tiene derecho a elegir sus prioridades en los combates. Pero los ciudadanos independientes son libres de opinar y aceptar el “de eso no se habla” significaría aceptar la perduración del mito y de sus usufructuarios."

Los constructores del discurso hegemónico vuelven a mostrarse falsamente plurales, y eligen ni más ni menos que la disputa por la memoria de los 30.000 desaparecidos como campo de batalla. Otra muestra de sus miserables intereses, que no encuentran límites morales ni éticos para expresarse.