Los cuatro gritos, por Mariano Dorr

Los cuatro gritos, por Mariano Dorr

09 Mayo 2011

 

Esto se pudo ver durante todo el primer tiempo, donde Somoza, Colazo, Clemente Rodriguez, Monzón y Chávez mostraron su rostro más serio en lo que va del año. Pudo verse, después de muchos partidos, a un buen equipo capaz de acompañar a Juan Román Riquelme. Lapelota no quemaba en los pies de los volantes. Boca no sólo recuperaba la pelota, incluso pudo tocar y hacer circular el balón. Y tiró al arco. Así apareció Román, con un disparo desde la izquierda primero (contuvo Navarro). Chávez también se mostró ofensivo y efectivo. A él le hicieron la falta previa al segundo gol: cuando quiso pegarle al arco (la pelota estaba en el aire) recibió un planchazo, en la medialuna. El diez de Boca colocó a sus hombres en la barrera y allí envió la pelota que, otra vez, entró picando. El arquero de Argentinos se quedó parado, entre sorprendido y confiado. Creyó que era tiro libre indirecto. Se equivocó. O simplemente no vio la trayectoria de la pelota, que se metió en su palo.

Los últimos veinticinco minutos de la primera etapa dejaron ver a un Argentinos Juniors impreciso, desarmado. De todas formas, el equipo de Troglio no bajó los brazos en ningún momento, fiel a su espíritu de juego. Podrían haberse ido al vestuario empatados, si (1°) entraba ese centro de Nicolás Berardo, que dio en lo alto del palo izquierdo de Lucchetti, y si (2°) Loustau cobraba penal en el forcejeo de Somoza, que derribó a Emilio Hernández en el área y con pelota dominada. Boca también podría haber estirado la diferencia: Palermo reventó el travesaño de Navarro en una pelota que le quedó atrás. Fue un primer tiempo entretenido, y para despejar dudas, hasta la defensa de Boca dio señales de vida. Caruzzo (el ex capitán del Bicho, que ovasionó al central) despejó, cortó el avance del rival y entregó bien a sus compañeros. Fue fundamental, sobre todo de cara al superclásico. La labor de Chavez en la recuperación y distribución del balón fue igualmente determinante.

El segundo tiempo fue, en gran medida, un partido aparte. Por un lado, Boca enfrentaba al increíble o estúpido mito que dice que no hay peor resultado que un 2 a 0 arriba al cabo de los primeros cuarenta y cinco minutos. El hincha recordó con razón esas historias, apoyándose en las fragilidades que viene exhibiendo el equipo en defensa. Por otro lado, Román no salió a jugar. En su lugar entró el crack del último Banfield campeón. Walter Erviti es un jugador para Boca; y no se trata de que no termine de convencer al público boquense. Hay que entender que el romance entre el jugador número 11 y el jugador número 12 sólo se dará si Erviti alcanza su máximo nivel con la azul y oro. Ese es el piso, aunque parezca delirante. Así es Boca. Y quizás es por eso que Walter Erviti es arrojado al césped en cada jugada, cuando no tropieza impulsado por una energía desorbitante. Esta vez aportó mucho más que en los últimos partidos. Estuvo más cerca del juego y de sus compañeros. Pícaro, generó -de entrada- un tiro libre en la puerta del área rival, se lo vió enchufado, aunque siempre por el piso. En un claro ataque de Boca, Erviti quiso hacer un pase gol genial, entre los dos centrales de Argentinos, pero sólo les entregó el balón, generando la contra del rival y los comentarios en su contra. Allí desapareció del partido. ¿Por qué salió Román? Un dolor en el aductor derecho. Falcioni fue el primero en desmarcarse: “Le pidió el cambio al médico”, dijo. ¿Por qué aclarar que Riquelme se lo pidió al médico y no al DT? Una declaración para la polémica, sin dudas.

Un paréntesis: ¿y si el técnico, directamente, fuera Román? No debería estar prohibido que haya jugadores-técnicos a la vez. Así como Woody Allen y Orson Welles han sido excelentes directores y actores, Román trabajaría perfectamente combinando ambas tareas. En fín, ¿por qué no?

Argentinos Juniors salió decidido a achicar la diferencia. Troglio, después del partido, dijo “fuimos tibios”. En realidad, Argentinos fue verdaderamente caliente durante buena parte del segundo tiempo; mejoró muchísimo en el trato con la pelota. Tuvo actitud y se encontró con una rareza: la defensa de Boca concentrada y en orden. En dos oportunidades Boca pudo marcar, y en los dos casos se privó del gol comentiendo el mismo error. Ya sin Palermo, en una jugada de contraataque, Somoza (que recupera y entrega bien y rápido) toca para Viatri que, con mucho nivel, conecta la pelota en la carrera de Mouche (que termina la jugada infantilmente, sin devolvérsela a Viatri, solo). Unos minutos después, el que no hace el pase es Chávez. Los dos, Chávez y Mouche, fueron importantísimos en el triunfo de Boca, y sin embargo (debido a estas jugadas mal resueltas, que se repiten partido a partido) no consiguen la mayoría de edad. Siguen siendo los geniales “pibes” de Boca.

Boca ganó 2-0 y ganó bien. Cuando el partido se cerraba, el sol de mayo bañó al público xeneize con intensos desteyos de oro anaranjado. Los brazos en alto de esa multitud volverían a agitarse más tarde, seguramente, con los goles del equipo de Floresta en el Monumental. En total, el hincha de Boca gritó cuatro goles. Pero también sabe, el xeneize, que River no sólo va a ir a la Bombonera a ganar (o empatar) un superclásico, sino que va a dejar el alma para no quedar en promoción frente al eterno rival. Va a ser un clásico no apto para cardíacos. Ya puede sentirse en el aire esa magia que domina y cubre con misteriosa mísitica a la semana previa al encuentro entre Boca Juniors y River Plate en la Bombonera. (Agencia Paco Urondo)