Feminismo y militancia como proyecto de vida

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Feminismo y militancia como proyecto de vida

21 Febrero 2017

 

Por Delfina Enriquez y Macarena Sánchez Volpe.

Agencia Paco Urondo: ¿Cuándo empezaron a militar y qué las motivó?

Mónica Macha: Mis viejos militaron siempre, y con el tiempo me fui enterando de que mis abuelos también. Sobre todo mi abuelo, el papá de mi mamá. Era peón de campo en Entre Ríos y tenía una militancia gremial, porque era parte de discusiones que aparecían en ese momento sobre las condiciones de trabajo de los peones. Me enteré hace poco tiempo de que mi abuelo tenía esa militancia, que estuvo en cana y de que después no lo incorporaban en ningún campo porque decían que era quilombero. Ahí hay algo que tiene que ver con cierto registro de la apuesta en relación a la política, de la cosa colectiva. En mi casa se hablaba mucho de política, siempre se pensaba a la política como la actividad transformadora y la que podía generar otras condiciones de vida para la clase trabajadora, que eso eran también mis viejos. Mi vieja vino de Entre Ríos a los 19 años, mi papá fue operario en una fábrica de camisas. Es la historia de una familia trabajadora, a la que lo material siempre le costó mucho, pero que también siempre tuvo una cosa muy esperanzadora: la idea de la posibilidad de transformación desde la política y desde lo colectivo.
Entonces para mí durante mucho tiempo la militancia era como que se me imponía. Me llevó un laburo personal despegar de esa cosa de mandato familiar, y poder encontrarme con la militancia como un deseo propio. Al principio pensaba “no sé si quiero militar”, y sin embargo me rodeaba de militantes, me puse de novia con un militante, todo me llevaba para ahí. No sé si pensarlo en términos de motivación, pero sí de historia y de trayectoria, que después me encontró militando y tomando la definición de ser parte de un partido político.

Camila Sabbatella: Yo empecé a militar en La Casita (Castelar Sur) cuando se hizo la primera actividad de barrio. Es más o menos como lo que decía mi mamá, esta cosa de que yo vengo también de una familia militante. Yo siempre estuve y participé, en elecciones y campañas, pero no militaba. Tal vez porque al principio no encontraba el lugar. Después se fue armando un grupo con otros hijos de compañeros que empezamos a juntarnos ahí en el local. Nos fuimos encontrando un montón de hijos e hijas de militantes y compañeros del partido. Todos desde chicos vivimos y mamamos ciertas cosas.
La primera vez que yo me acerco a La Casita fue para esta primera actividad territorial. Yo ya venía desde la secundaria pensando en que quería estudiar trabajo social, que quería laburar en algo territorial. y encontré el lugar en donde me parecía que podía aportar y participar como militante.

MM: Cuando empecé a militar, en los 90, la militancia estaba asociada al choreo. Si vos militabas en un partido político, era porque te estabas preparando para en algún momento “tener un puesto y chorear”. Es un discurso contra la militancia que vuelve a aparecer ahora. Y me parece que Néstor y Cristina tienen tanta llegada a los más jóvenes porque rescatan la idea de la militancia como colectiva, transformadora, como una cuestión de entrega en función de un proyecto colectivo, que tiene que tener anclaje en el presente construyendo un futuro. Creo que la militancia que fomentó el Peronismo siempre es esa militancia que es presente y futuro: estás transformando ahora, y en ese transformar ahora también estás cambiando las reglas del futuro. El futuro no lo podes medir en tiempo, son procesos históricos.
Hay que comprender este momento que estamos viviendo ahora de tanto desastre, de tanta pérdida de derechos, de tanto retroceso. La derecha llega por voto popular y hay que comprenderlo con un pensamiento un poco más amplio del que a veces tenemos. A partir de ahí reconstruir y repensar de qué modo se puede volver. No las personas, sino cómo puede volver el proyecto que tuvimos hasta 2015.

APU: ¿Cómo se conjugan la política y la militancia en la cotidianidad y la convivencia?

CS: Yo no sé vivir de otra forma (risas).

MM: Con el lugar que para nosotros tiene la militancia política, es un desafío que puede generar alguna tensión. Me parece que es parte de la construcción familiar que nos fuimos dando. Como dice Cami, es nuestra forma de vida.Todo lo que hacemos está atravesado por la actividad política.
Esa nochebuena que Martín se quedó en AFSCA, nos dijo “vayan ustedes, yo me quedo acá y vemos”. Era un momento importante, muy simbólico poder quedarse ahí hasta el momento en el que Martín se quedó, porque era la primera avanzada del macrismo, la primera demostración de lo que ellos venían a hacer. Nosotros asumimos que hubo una decisión mayoritaria de que cambie el gobierno. Pero la función de Martín estaba en medio término, su mandato terminaba en 2017.

APU: Y a diferencia de Mónica, que por una cuestión generacional ya vivió distintos procesos, ¿vos cómo vivís este cambio de gobierno?

CS: Yo militaba en el barrio Seré (Castelar Sur). Y a mí me chocó sobre todo eso, porque ahora vemos la ausencia del Estado. Es difícil para nosotros como militantes. Y también es complicado sostener con las angustias con las que vienen los pibes. Después de que balearon el local de Villa Crespo, hubo pibes a los que los padres preocupados les dijeron “bueno, no vayas más”. Así que estamos reinventándonos y buscando nuestro lugar en este nuevo contexto.

APU: ¿Qué lectura haces de la evolución del rol de la mujer, desde tus inicios en la militancia hasta hoy? Teniendo en cuenta que crecen el empoderamiento y los derechos adquiridos, pero también la violencia de género y los femicidios.

MM: A lo largo de la historia las mujeres hemos logrado, a través de las organizaciones que tuvimos, ubicar que hay una desigualdad de género y hacerle frente armando esos espacios. Eso también tiene que ver con logros y efectos de la lucha de las mujeres. No hubiese salido el voto femenino si no fuera por distintas organizaciones en Argentina, en otros países y continentes, que lograron ese derecho para después avanzar con otras políticas.
En la actualidad hemos logrado que se pueda visibilizar mucho más la temática de la violencia de género. Empezar a plantear inclusive un término como “violencia mediática”, y que los medios también estén puestos en un lugar a observar y a controlar. Porque no es solamente lo que sucede en las casas, sino que eso también tiene un sustento simbólico; ese sustento simbólico se construye socialmente y los medios tienen un rol muy importante en esa construcción. Eso lo pienso como un avance.
Evidentemente hay una transición entre mujeres que empiezan a plantearse vivir de otro modo, poder construir otros proyectos, no tomar como natural una pareja violenta y el contexto en la convivencia. Y esa ruptura tiene como respuesta a veces un nivel de saña, como si no pudieran soportar eso.

APU: De todas maneras, hoy también hay hombres que están repensando su rol y sus privilegios.

MM: Sí. Hay un montón de cuestiones que todavía están pendientes, pero que se están discutiendo. Tienen que ver con poder compartir más el espacio público con nuestros compañeros, y su participación en el espacio privado. Pero no con la idea de la obligación, sino con la idea del derecho. Durante nuestra gestión pusimos la licencia por paternidad, la extendimos a un mes.

APU: ¿Cómo se trataba la problemática de la violencia de género desde el Estado Municipalen Morón?

MM: Cuando nosotros estábamos gobernando, era muy importante acompañar a las mujeres en el proceso en el que iban logrando: ver el tipo de vida que estaban llevando, lo mal que les hacía, el sufrimiento que tenían en esas relaciones. Y después venía la posibilidad de un proyecto distinto. Porque todas las familias tienen historias y rasgos con los que se han ido constituyendo, y la violencia también es un rasgo. Si venís de una familia violenta, no te va a parecer anormal después construir un vínculo violento, y que eso se siga reproduciendo, porque es el modo en el que siempre te relacionaste.El acompañamiento estatal estaba para que las mujeres pudieran tener un proceso de transición y de pensamiento sobre estas cosas, para pensarlo como un problema social y no privado. En Morón, en ese momento, intentábamos construir redes con otros actores del Estado para poder contener y acompañar mejor a esas mujeres.