"Estar a favor de la vida tiene que significar indignarse cuando nos matan"

"Estar a favor de la vida tiene que significar indignarse cuando nos matan"

17 Octubre 2016

Por Paloma Baldi

Sara Gerardo decidió contar, 12 años después, la historia que la tiene como protagonista por no haber obedecido a quienes la instaban a interrumpir su embarazo producto de una violación. La historia está cargada de reconocimientos al “honor” y de premios “pro-vida” por parte de los medios locales. A una semana del 31° Encuentro Nacional de Mujeres, el relato de Sara cumple un rol aleccionador: contrasta con las aquellas “locas” que salieron a la calle a pintar las paredes para pedir que no las maten.

La discusión, sin embargo, no gira en torno a la cuestión moral de tener o no tener un hijo o una hija en común con el agresor, sino en el derecho a decidir. El contraste, entre las estigmatizadas por los medios como “asesinas” y las buenas víctimas, como Sara, que no sólo siguió adelante con el embarazo, sino que 12 años después hace un relato en el que en ningún momento menciona la palabra “justicia” en relación a la violación, oculta un detalle primordial: “recuerdo el día en que fui a visitar al médico poco antes de mi aborto programado”, narra la mujer, antes de contar por qué finalmente no la hace. Sara Gerardo podía decidir.

El detalle no es menor, pero sin embargo aparece de manera solapada en los medios que la levantaron como a una “heroína”, por comprender que “el niño no tenía la culpa de lo que le hubiera sucedido a ella”. No, por supuesto que el niño no tiene la culpa. Ya que no se trata de la culpa, se trata de poder elegir o de estar expuesta al sometimiento de llevar adelante un embarazo como un deber indiscutible para cualquier ser que habite la tierra y tenga un órgano reproductor femenino. Se trata de la soberanía que las mujeres quieren -y deben- ejercer sobre su propio cuerpo sin importar a quién le parezca bien, mal, o más o menos.
Ayer encontraron una mujer muerta en la Matanza, también pasó en Mar del Plata y, también, en La Plata. Seguramente en muchos lugares más, porque los asesinatos de mujeres a esta altura, ya no los contamos por número, los contamos por minuto. ¿Y qué tiene que ver? Bueno, el ultraje al cuerpo de las mujeres encuentra sus raíces en la idea de que podemos opinar sobre cada cosa que esa mujer haga con su cuerpo, entonces su cuerpo no le pertenece: nos pertenece, y hacemos con él lo que se nos ocurra.

Estar “a favor de la vida” no significa seguir el ejemplo de alguien que aguanta los golpes sin sublevarse frente a la injusticia. Estar a favor de la vida tiene que significar indignarse cuando nos matan, cuando nos violan o cuando nos censuran. Si no, no se está defendiendo la vida: se están defendiendo los privilegios de los violadores, o el poder de otros ejercido sobre los cuerpos de las mujeres.