Sobre el nuevo libro de María O'Donnell y esa insistencia en mirar para la derecha, y burlarse

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Sobre el nuevo libro de María O'Donnell y esa insistencia en mirar para la derecha, y burlarse

28 Mayo 2020

Por Federico Tártara

Lo que se escribió sobre el robo del cadáver de Aramburu ya está en los libros biográficos de Paco Urondo. La teoría del “Otro”, del ex director de “El Descamisado”, Ricardo Grassi, sobre más partícipes directos sobre lo sucedido en la estancia “La Celma”, ya está en un libro que se llama “Periodismo sin aliento”. Y hay que aceptar que el planteo es poco fundado. Las disidencias de la columna Sabino Navarro ya fueron publicadas en la revista “Lucha Armada”. En la entrevista que Felipe Pigna le hizo a Firmenich en el 2004 (ver video, minuto 19), ya cuenta porque eligieron a Pedro Eugenio Aramburu y no a Isaac Francisco Rojas, lo que no quita que en la autopromoción de su flamante libro se lo presente como una novedad. El reciente libro de la escritora María O'Donnell sobre Aramburu no tiene nada nuevo. Quizás el desafío era conseguir el testimonio del único sobreviviente, Mario Firmenich, pero eso no sucedió. ¿Tenía sentido publicar esta suerte de investigación?

Desde el año 1996, con el documental “Cazadores de Utopías” (David Blaustein) como primer movimiento, existe una buena producción de documentales, libros, series y películas sobre lo acaecido en la década del ´70, narrado por sus protagonistas. Para mal o para bien, ahí está el material al alcance de la mano. Y O'Donnell lo sabe, y lo usa. Y eso está muy bien, pero la obra pierde todo sentido si toma material que se produjo antes y solamente se lo reproduce. ¿O acaso a alguien le falta saber algo sobre el Devotazo? ¿No lo escribió todo Larraquy? ¿O acaso falta saber algo sobre el origen de los Montoneros y los grupos que se fusionaron? ¿No lo hizo Lucas Lanusse? ¿Sobre Sabino Navarro? Ya está el libro “Pasión revolucionaria”, del escritor Justo Pereira. Sí, quizás, existe en la reciente publicación un buen trabajo sobre la toma de “La Calera”, que está descrito al detalle y con muy buenos testimonios, pero plausible de ser publicado bajo el formato de crónica periodística.

Entonces: ¿Por qué la periodista radial María O'Donnell encara una investigación de tamaño hecho como el Aramburazo? La tapa de la Revista Noticias con un Mario Firmenich ya canoso y de saco saliendo de dar clases en Barcelona, bajo el título “Firmenich hoy”, explican gran parte del asunto. Irremediablemente, es un tema que vende: recluido, contradicciones de su historia oficial, quema de las cintas; son las frases que integran el copete de tapa de uno de los semanarios más vomitivos y transa del planeta tierra. Cierra el combo del sistema la edición que corre por cuenta de la colección “Espejo de la Argentina” de la editorial Planeta.

Que sí... que no: el peronismo aún continúa como el fenómeno maldito del país burgués.  

Provocados y bombardeados

Hay dos puntos de vista centrales en el libro de María O'Donnell y que denotan una marcada parcialidad: la provocación al movimiento peronista ya desde el título -el crimen que dividió al país- dado que inmediatamente se pueden poner sobre la mesa hechos harto conocidos como: los bombardeos en Plaza de Mayo, la amenaza de volar por los aires La Plata, Berisso y Ensenada -asumo que la autora desconoce puntualmente este hecho porque no lo nombra-, y los fusilamientos de José León Suárez. Todos episodios que, junto a la proscripción del peronismo y las feroces represiones, fueron generando violencia como única respuesta, enmarcada en la conformación de grupos guerrilleros: como única salida a las sucesivas dictadura militares. 

El segundo punto es autoconvencerse de que el peronismo es un partido político más de la democracia burguesa, como lo fue el radicalismo y el socialismo. Sí la intención es claramente reflexionar sobre el “Aramburazo” y, al menos, entender qué fue lo que pasó hay hechos y protagonistas a tener en cuenta: la carta de Juan José Valle, y su historia; Felipe Vallese, uno de los primeros desaparecidos del peronismo, las victorias del voto blanco durante la década del 60, con más de un 30 %, la no asunción de Andrés Framini en la Provincia de Buenos Aires, las huelgas de trabajadores de los ingenios azucareros, la resistencia peronista, el “dale campeón” como delay del “Perón, Perón” en los estadios de fútbol, la no vuelta de Perón en el ´64, entre otros motivos que podrían explicar mejor porque en algún momento la violencia como respuesta fue inevitable.

Lean esto: “La dictadura autollamada “Revolución argentina”, que presidía Onganía y alguna junta de comandantes en jefe que tenía poder militar, planteaba que tenía objetivos, pero no plazos. Ese era el lema de la época. Y en el nivel de los columnistas políticos de la época se decía que los plazos estaban determinados por la vida de Perón. Es decir que en definitiva la dictadura tenía que durar hasta que Perón se muriera, porque todos los ensayos de democracia sin el peronismo habían fracasado, porque el proyecto de la supuesta Constituyente del año ’57 había ganado los votos en blanco la elección y luego la Constituyente quedó sin quórum. Luego el candidato oficialista al régimen era Balbín o sea el Radicalismo del Pueblo, como se llamaba en aquella época, y el candidato triunfante fue el Radicalismo Intransigente con Frondizi, merced al pacto con Perón. Luego las elecciones en la provincia de Buenos Aires determinaron la anulación de las elecciones. En las elecciones más proscriptivas, en el ’63, volvieron a ganar los votos en blanco. En las elecciones del ’65 para diputados se permitió la participación de partidos neoperonistas, ganó el peronismo. Perón le ganó a los mismos peronistas; es decir, en la interna del peronismo, Perón venció en la elección crítica. En la elección para el año ’67, con el golpe de Onganía, esta vez había que elegir gobernadores. Nuevamente el peronismo ganaría las provincias clave, en particular la provincia de Buenos Aires. De modo que no era posible un código electoral que cubriera las apariencias de una democracia representativa con una fuerza política como el peronismo fuera de juego. Y no había disposición del establishment de permitir la democratización real del país, de modo que lo que vivíamos era la proscripción sistemática de la mayoría nacional, proscripción política que tenía connotaciones claramente clasistas, claramente raciales, porque los pobres de nuestro país son los cabecitas negras. Entonces, el país blanco europeo, país extranjerizante, el país que para toda la literatura con la que nosotros nos habíamos informado -el revisionismo histórico de Jauretche, etc.- estaba más cerca del pensamiento colonial, que del pensamiento nacional; oprimía en forma sistemática y marginaba del poder político al país indoamericano. En una situación – para comparar hoy en día- bastante similar a la que se vivía en Sudáfrica antes de que se parara el apartheid y que Mandela pudiera tener acceso a la presidencia. Y nadie se preguntaría por qué los partidarios de Mandela podían recurrir a la violencia. Porque era lo que se veía como lógico. Por lo mismo los partidarios de Perón tuvimos que recurrir a la violencia, exactamente por lo mismo”, se lo dijo Mario Firmenich a Felipe Pigna en la ya citada entrevista del año 2004.

´57, ´63, ´65 y ´67 las elecciones donde ganó el voto en blanco o de fuerzas peronistas. O se entiende o no se quiere entender. O se niega.

Errores y cuestiones comunes del libro:

  • ¿Cómo se aborda un proceso revolucionario? ¿Puede medirse una guerrilla bajo el prisma (los valores) de la democracia burguesa? ¿Puede analizarse la muerte de Aramburu por fuera de todos los procesos revolucionarios que atravesaban la realidad mundial? ¿Puede analizarse la muerte de Aramburu sin tener en cuenta la proscripción del peronismo? La guerrilla en la Argentina contó con un apoyo masivo, y en gran parte porque destinó sus esfuerzos al regreso de Perón. Valorar estos aportes a partir de tener como hipótesis/ tesis principal si “Mario Firmenich se arrepintió o no”, clausura todo tipo de debate y arroja la investigación a un nivel pobrísimo, y de opinión personal.
     
  • ¿Qué sentido tiene estar con una lupa en la Estancia “La Celma”? ¿Qué cambia si había alguien más que Fernando Abal Medina en el sótano de Timote? Ninguna de todas las teorías que alguna vez se plantearon sobre la muerte de Aramburu avanzó: relaciones montoneriles con Onganía, con el ministro Imaz, el no aval de Perón, el sí aval de Perón, los servicios de inteligencia, el pozo perfecto, cómo lo sacaron, cómo lo metieron. Por el contrario, hasta ahora, todo lo expresado en el número 9 de la revista “La Causa Peronista” es casi imposible de rebatir: un grupo de jóvenes peronistas bien decididos secuestró, y luego de un juicio revolucionario, sentenció al General Aramburu, sobre la base de tres puntos: ¿Dónde está el cadáver de Evita?, su responsabilidad en el asesinato de Valle y los fusilamientos de José León Suárez. Encima la teoría del “Otro” (Abal Medina, Aramburu y uno más), ya fue expuesta en el libro de Ricardo Grassi “Periodismo sin aliento”, que narra las vicisitudes del semanario “El Descamisado”. Con ese cuento a otra parte.
     
  • Darle entidad al juicio que hizo el “Camarón”. A Carlos Maguid y Nélida Arrostito (la hermana de Norma) le arrancaron la confesión luego de feroces sesiones de torturas. En el libro eso es mencionado, pero se describe y se toma como cierto todo lo actuado por jueces y fiscales de la Cámara Federal en lo Penal. Esa justicia era para de una dictadura militar que secuestraba, torturaba y asesinaba. 
     
  • Firmenich y su responsabilidad en la caída en combate de Santucho. Esto ya fue re contra aclarado. Hay muchísima información de cómo fueron los sucesos. No voy a desarrollar este punto. Está Google, y que cada uno busque. La autora volvió a insistir con el tema en una reciente entrevista.
     
  • Sobre el final del libro hay un comentario que me dejó absorto. Dice: “Ninguna de las personas que entrevisté supo de antemano en que se iba a convertir el libro”. Espero que les haya dicho que el tema era Aramburu. Al menos.   

Aramburu fue un asesino

Hay que decirlo con todas las letras: Eugenio Pedro Aramburu fue un asesino, un militar golpista. Que derrocó a un gobierno elegido por 60 % de los votos y que debía terminar en 1957. Que mandó a fusilar no solo al General Juan José Valle, sino a 27 militares y civiles durante la insurrección de junio del ´56. Durante los próximos años hubo una represión feroz a los trabajadores y su organización. Como ejemplo están los 8.000 obreros detenidos en un solo día durante la huelga bancaria que relata Gonzalo Chaves en su precisa investigación sobre la resistencia peronista, “Rebelde Acontecer”.  

En el capítulo donde María O'donnell entrevista al hijo de Aramburu (“Las otras víctimas”, Página 323) la autora intenta librar de culpa y cargo a Aramburu en dos temas cruciales: cuerpo de Evita y fusilamientos de José León Suárez. En esta parte habla bajo la voz de Eugenio Aramburu quien marca que “se lamenta de que su padre no haya recibido el crédito por lo que hizo con el cuerpo de Eva Perón”. Hay que volver a decir que el cuerpo de Evita fue desaparecido por militares golpistas que lo robaron de la CGT y lo enterraron en Italia bajo una identidad falsa y que fue necesario hacer todo lo que hubo que hacer para recuperarlo. Por si esto no alcanza, y para que ningún idiota siquiera crea por medio segundo esa barbaridad, es muy necesario citar un comunicado de Blanca y Herminda, las hermanas de Evita, publicado en 1985. “Nuestra intención no es reavivar antiguas heridas que nos siguen haciendo sufrir. Pero no podemos ni debemos permitir que la historia sea desnaturalizada. Por eso damos testimonio aquí de los malos tratos infligidos a los despojos mortales de nuestra querida hermana Evita:

—varias cuchilladas en la sien y cuatro en la frente,

—un gran tajo en la mejilla y otro en el brazo, al nivel del húmero,

—la nariz completamente hundida, con fractura del tabique nasal,

—el cuello, prácticamente seccionado,

—un dedo de la mano, cortado,

—las rótulas, fracturadas,

—el pecho, acuchillado en cuatro lugares,

—la planta de los pies está cubierta por una capa de alquitrán,

—la tapa de zinc del ataúd tiene las marcas de tres perforaciones, sin duda intencionales. En efecto, el ataúd estaba completamente mojado por dentro, la almohada estaba rota y el aserrín del relleno, pegado a los cabellos,

—el cuerpo había sido recubierto de cal viva y mostraba en algunas partes las quemaduras provocadas por la cal,

—los cabellos eran como lana mojada, el sudario, enmohecido y corroído”. 

Y la idiotez extrema al referirse a los restos mortales de Evita como “momia sagrada de los peronistas” (Página 229).

No se quiere entender

En la entrevista fallida que la autora excusa con un “almuerzo”, ante la pregunta de por qué Aramburu y no Rojas, el otrora líder de Montoneros canta, como respuesta, una canción muy popular de esos años:

Fumando un puro/me cago en Aramburu/

y si se enoja/también me cago en Rojas/

y si se siguen, se siguen enojando/me cago en los comandos de la libertadora.

La escritora en el libro reconoce que no entiende. Claro, el tema es cuando no se quiere entender.