Woody Allen y el dilema moral del arte

Woody Allen y el dilema moral del arte

05 Febrero 2014

Por Carla Moriana

Ni el arte, ni la fama, ni la cultura, te excusan de la justicia. Muchos declaran  que el “supuesto delito” (no tenemos pruebas para condenarlo pero si elementos para pensarlo) de Woody Allen no puede ser juzgado en este momento, que el delito: “si existió- prescribió”.

Para las personas víctimas de abuso sexual, acoso y otro tipo de violencia en el marco de la vida doméstica es común que luego de años de terapia, tratamiento o de búsqueda de superación personal, recién tengan la valentía de formular aquello que les sucedió. Dejar impune un crimen de naturaleza sexual porque el victimario goza de fama mundial, talento inigualable y número rebosante de dólares en el banco da cuenta de cómo la justicia es más ciega que nunca.

Los incestuosos, padres o madres, suelen trabajar primero el abuso psicológico; convenciendo a la víctima que su proceder es totalmente natural, y cuando esta última da signo de culpa, someterla aún más, señalándole que todo sucede debido a su forma de actuar, dejándola sin escapatoria lógica y sometiéndola a la soledad, la depresión y el silencio. El silencio es el triunfo del abusador, es la victoria del victimario, es la derrota moral de la sociedad moderna.

Este suceso que aún no está clarificado, nos invita a la denuncia, a la palabra, al diálogo. El cine no es un lago sagrado que lava culpas o crímenes. Hollywood y su unidad de víctimas especiales, sus taquillas, sus psicólogos de utilería y sus filósofos de pacotilla, sus reflexiones trascendentales hacia la nada, sostenidas en el mero entretenimiento desapasionado, en la mera frivolidad, en la superficie estética de los hechos más aberrantes.

Si me preguntan qué película me gusta de Woody Allen, pues, me gustan todas, tal vez porque también soy víctima de ese monstruo de celuloide, pero el séptimo arte no lo exime de hacerse cargo de un crimen, si realmente lo cometió.