“Los gritos y escupitajos a la policía de un militante clase media en una manifestación lo paga el negrito villero”

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“Los gritos y escupitajos a la policía de un militante clase media en una manifestación lo paga el negrito villero”

19 Noviembre 2016

Por Santiago Gómez
Desde Florianópolis

Con ocasión del estreno de su tercera película, APU conversó con César González sobre su última obra: Exomologesis. Una película en la que se propuso mostrar las consecuencias de una sociedad regida por la obediencia y las consecuencias de ello en tiempos del neoliberalismo. A diferencia de sus anteriores filmaciones, a color y con muchas escenas rodeando en exteriores, esta es una película en blanco y negro que transcurre en un departamento de dos ambientes, que permiten observar que un consultorio también puede ser una institución cerrada. La entrevista fue por escrito, lo que permitió que el cineasta y escritor pudiera desplegar sus conceptos.

AGENCIA PACO URONDO: Te metiste con uno de los dos pilares de la sociedad, la obediencia. Mostraste que al respecto, las consecuencias no hacen diferencia de clase. Te centraste en los profesionales y mostraste su lado diurno, cuando están en las instituciones estatales y no dejan fuera su condición de clase, no sueltan el teléfono y no se parecen ni un poco a la imagen del profesional preocupado por el bien ajeno sino ocupado en la imposición de su idea de bien. ¿Qué tienen que hacer los psi y las trabajadoras sociales en esas instituciones?

César González: No puedo simular estar disfrazado de un cazador de abstracciones para entrar más rápido al museo de la alta cultura, hay ciertos conceptos que intenté desarrollar en la película que están a la vista, sólidos como una roca. Siempre sin olvidar que lo que quiera pensar es a través de un medio artístico especifico, en este caso del cine, del cual soy un adicto y devoto, por lo tanto no escribo conceptos, sino que los filmo. Por eso quise que mi trabajo con la cámara sea muy físico, porque lo mismo le pedí actoralmente a los pibes.

Que la cámara, y "la locación sean una entidad viva" como reclamaba Bela Balasz, que sean un personaje más de la película, por eso operé yo mismo la herramienta en el 100% de las escenas, si quise pensar sobre la obediencia tengo que aclarar que lo quise hacer en el sentido más popular posible, que cuestiones sobre la humillación de unos sobre otros que se debata en la escuelas de todo origen económico. Pero no quiere decir que esa posibilidad deba hacerse a través de una cámara previsible y una propuesta actoral naturalista, que subestima la inteligencia del pueblo. Quizás por eso busqué una estética un poco diferente a mis primeros trabajos, y probé qué sucedía con los pibes acá en la villa mientras la iba editando, qué expresaban sus esqueletos, viendo una forma mía de filmar distinta, en otro lugar.

Es evidente que el espectro de toda la obra de Foucault sobrevuela toda la película, desde su análisis del saber, en la primer etapa, como todo lo expresado sobre la microfísica del poder, su mirada del neoliberalismo como algo que se extiende más allá de lo económico, como una forma de vida y un productor de goce y de incitación a la excitación constante, un sistema que nos quiere esclavos pero espontáneos, con pasiones alegres, como dice Frederic Lordon.

Pero debo aclarar que no quiero sentenciar sobre mi propia obra, cada día siento que la película se puede interpretar desde inspiraciones diversas, múltiples, que devienen sin parar y sin tiempo. Un día puedo decir que es una reflexión sobre cómo "Nos infantilizan y nos culpabilizan" como decían Guattari y Deleuze, ese binomio de grandes pensadores, ya que en la película hay mucho de eso. Pero otro día "me cuesta explicar a otro lo que ni yo a mi mismo me puedo explicar" como decía Robert Bresson. Porque si bien hay una narrativa que se mantiene, que efectivamente transcurre, intenté jugar con la atemporalidad y, si la película transcurre en "un solo lugar", es porque ese departamento es un resumen del mundo, una síntesis de la escuela, de la fábrica, de la familia, de los centros de rehabilitación, de un pabellón en la cárcel, de los comités de militancia política, de los retiros espirituales del new age, de las oficinas empresariales, cada uno de los que van llegando pueden ser claramente un psiquiatra, un psicólogo o un trabajador social que trabaja de forma holgazana en el Estado, como muy bien conocés y decís , pero no olvidemos que estas profesiones son reclutadas también por multinacionales mismas, son contratadas para imaginar publicidades, son parte del staff y el vip del capitalismo.

También puedo decir que cada uno de los que arriba al departamento puede ser un padre, el falo o el Estado, pueden ser el gerente de programación de una canal de televisión, el sacerdote cristiano, el pai umbanda o el rabino judío, el médico, todas esas funciones que inventamos para diagramar esta sociedad, todo eso que satura la vidriera ontológica de nuestra época y que consciente o inconscientemente no deja que suceda el amor. La película muestra aquello que Foucault investigó sobre por qué el sujeto está obligado a decir la verdad, a buscarla, y si la encuentra a apoderarse de ella, a administrarla, racionalizarla, radicalizarla.

A su vez ¿Cómo negar que todo el tiempo está presente una reflexión sobre la dialéctica del amo y del esclavo de Hegel, o de las determinaciones reflejas, de ese espejo recíproco que necesitamos todos en la explotación, como nos explica Marx en el Capital? Vanesa Lemm, dice que el neoliberalismo quiere que el individuo se sienta plural, no igual al otro, no una oveja de un rebaño, no una fotocopia orgánica de los carteles callejeros, algo muy lejos de esa imagen de las masas caminando a paso redoblado y con la nuca sincronizada como en "Tiempos Modernos", película realizada en el esplendor del fordismo.

"Las tecnologías del yo" (Foucault) y sobre el yo, ya no necesitan tanto de la coacción física, aunque tampoco quiere decir que esta haya desaparecido, la violencia "real", "tangible", la violencia que salpica sangre hasta hacerse río global sigue gobernando los vientos, pero hoy buscan no que vendamos o entreguemos solo nuestra fuerza de trabajo, sino la potencia de nuestras pasiones, el brillo de nuestras cualidades más arcaicas, "ya no sabemos ni prender el fuego" nos dice Godard y entre los "enrolados" (Lordon) a esa maquina de devorar corazones están hasta los artistas mismos, los que supuestamente ocupan el lugar en el tablero social de aquellos electricistas encargados de mantener con voltios los cables del alma humana son cómplices de la barbarie humana.

Aclaro esto de los artistas para aclarar que el blanco de mis "balas cinematográficas" en esta película no fueron solo los profesionales de la mente humana aterciopelados por algún prefijo PSI. Es mejor hablar de lo que Foucault llama "el director de conciencia", algo que es una función más que una profesión, un poder que todos podemos ejercer más allá de poseer un titulo universitario o no, una sustancia que todos podemos adorar a toda hora, y componer con el otro, en espacios académicos como "salvajes", podemos pagarle al otro porque ocupe ese lugar, podemos decir que somos diferentes por dirigirle la conciencia a otro de forma gratuita, se la dirigimos a nuestros amigos y necesitamos que ellos nos ayuden a direccionar las nuestras.

APU: Ponés personajes ante una misma situación pero mostrás que se comportan diferente. El joven pobre se solidariza con el que corre el riesgo de ser también penetrado, pero se quedó mirando cuando le tocó al primero, y los demás ni resisten. Pero también el joven pobre asume el papel de verdugo. ¿Cómo explicás que tan fácil se asuma el papel de verdugos, el verdugueo entre iguales?

CG: Foucault lo escribía hace más de 40 años, que el poder no está solo en el gobierno, no es solo "la autoridad", sino más bien una cosa que circula en toda relación humana, más allá que es evidente que también abundan las tiranías explicitas, las dictaduras, los jefes más ridículos. Quise indagar allí sobre nuestra obsesión a ejercer el poder sobre otro, a que otro lo ejerza sobre nosotros, algo ya instalado y enraizado pareciera desde que somos embriones, algo casi perteneciente a la naturaleza misma, y demostrar que allí donde todo parece ordenado, limpio, disciplinado se refugian obsesiones milenarias por ser vouyeres de la crueldad. En el circo romano la gente festejaba mientras los leones despedazaban esclavos o gladiadores derrotados, hoy tenemos a Gran hermano, la publicidad o los estrenos cinematográficos de los jueves.

Me interesaba mostrar que todos a cada momento debemos tener cuidado de " no enamorarnos del poder" (Foucault), para el cual no hace falta el dinero, el poder es gratis, circula y circula, es inquieto y bufón ese poder, es alegre, se manifiesta en toda casta. Poder no es lo mismo que potencia, eso que lleva el humano a iluminarse. Que esto sea así, que el poder no deja de circular no es para suicidarse, no quiere decir para nada que estamos obligados a edificarnos como un aparato inmóvil, inactivo, que no hay salida. Si el sol decide volver a salir el acontecimiento está al alcance del dedo índice.

Aún llenos de rejas y cámaras mantenemos la puerta de la libertad abierta, el peligro de una desaparición absoluta de la especie por el dios nuclear persiste, pero también dudo que eso algún día suceda. El ser humano juega a la ruleta rusa con un revolver y una bala, sí, pero esa bala es de "fogeo" (como se llama en cine a esas balas con pólvora y sonido real a las balas de enserio, pero sin el plomo que te perfora y arranca la vida). Me interesaba mostrar el poder donde los grandes relatos políticos no suelen situarlo, en el individuo. Nos hablan aún desde un púlpito que los males sólo habitan en las corporaciones mediáticas, en las multinacionales, en los partidos políticos y, si bien es verdad que dentro de estos espacios abundan las intenciones malignas, son al día de la fecha manejadas o necesitan ser administradas, calculadas, se necesita de la toma de decisión de un individuo, o de un "equipo" de individuos. ¿Donde está el equipo? Frase concisa y muy corta que dice el personaje de Juan Minujín en la película, fundamental, y que me encantaría para responder rápidamente si me preguntan "de que se trata la peli".

Sobre la escena del joven "gordito y pobre" y su primera actitud indiferente y posterior alzamiento civil es un poco lo que hacemos todos durante el día y un resumen de la historia universal. Dejamos que nos pisen casi siempre y quizás a veces también nos rebelamos un poco, recordamos o intuimos misteriosamente que la vida podría ser otra cosa. Si en la película él es quien más se rebela, lo hago como una pequeña alegoría de la lucha de clases. El pueblo acompañó a Espartaco, tomó la bastilla, pero también observó en calma como quemaban a Juana de Arco; acá la dictadura más feroz duró 7 años no 6 meses y los negros mismos televisaron y llevaron a cabo el asesinato de Lumumba. Sea como peón de la burguesía, sea bajo efectos eufóricos de metafísica revolucionaria, sin pobres no hay ciencia política posible, son la palanca y el semen siempre caliente y capacitado para seguir logrando que se afiance el sistema o que tiemble. Las peores y más sucias tareas de vigilancia y control la ejercen los sectores pobres, de esto aún sigue sin enterarse la izquierda y el peronismo sólo logró reforzarlo.

Los gritos y escupitajos a la policía en una manifestación por parte de un militante clase media lo termina pagando el negrito villero siendo torturado todos los días por alguien que proviene quizás de la misma cuadra dentro de la misma villa. Y el villero-policía existe no sólo con el uniforme puesto, hoy en día el 911 no da a basto por estar saturado por los llamados de la gente de la misma villa denunciando a los pibes de la esquina, los vecinos mismos investigan el nombre y apellido de los pibes para denunciarlos. Baila y festeja cuando alguno se muere y ni siquiera es a cambio de una recompensa monetaria, tan sólo es moral la recompensa, experimentan el socious-orgasmo de sentirse ciudadanos que aportan al bien y al orden del mundo, siendo cómplices de un estado que en la mayoría de los casos no les interesa, no les cubre sus derechos básicos o que les interesa solo para cumplir las actividades más bárbaras.

Yo considero que por un lado las técnicas y sus "equipamientos colectivos" (Guattari- Deleuze) de las clases dominantes, trabajan para tener pobres sometidos físicamente fabricando enteramente las urbes y vaciados de potencia cognitiva (adictos al alcohol, al fútbol, al machismo) pero por otro lado asistimos en esta época a una supuesta alimentación del aparato mental de los pobres, los dejamos a algunos hasta entrar a las universidades pero allí se termina todo y allí empieza la fiesta por el "laburo hecho", allí debemos festejar; ¡Entraste! ¿A dónde? ¡Al sistema de la moral burguesa, la moral burguesa te saluda y te da la bienvenida! No dejo de ver grupos progresistas que levantan como un trofeo (encima de ellos de los grupos progresistas no de los villeros) el hecho de que lograron que un pibito entre a las inferiores de un club de fútbol o que se reciba de abogado o sociólogo. Cuando vamos a escuchar de su propia boca al "caso del villero excepcional" casi siempre su discurso, el repertorio de palabras que enuncia, pertenecen al reino de la poesía de derecha. En el fondo piden perdón por ser pobres y por sus errores (sólo los pobres cometen errores) ¡agradecen la posibilidad que les dieron y prometen aprovecharla al máximo!

APU: Las consecuencias de la obediencia horrorizan. Las técnicas del poder disciplinario son crueles. El deseo de acumulación exige precisión, castiga duro los errores. Uno de los personajes grita ¡Precisión! ¡Disciplina! ¡Conducta! Pero sin precisión, disciplina y conducta no es posible hacer arte, obtener la libertad de acción que posibilita la repetición de un acto. ¿Considerás también el lado positivo del esfuerzo, de seguir un orden, de tener conducta? Porque sino parece que disciplina es sinónimo de obedecer una imposición ajena cuando también es seguir una imposición propia, ponerse un objetivo y alcanzarlo.

CG: "Debe haber un cuidado de sí", de eso no tengo dudas, citando nuevamente a Michel. Consumir menos es de por sí un acto heroico en estos días. Debe haber "ciertos votos" como lo recomienda Gilles Deleuze en el Abecedario (1988), esto no nos convierte en monjes de ningún monasterio, ni en afiliados a ningún gurú. Hay que intentar ser, hacer y vivir lo más anticapitalista posible. Esto no quiere decir irse a vivir a la montaña, si legalmente hasta eso no se puede hacer, todo es propiedad privada, de algún señor feudal moderno o del Estado. Y para comprarte una cabaña mínimo tus padres te dejaron una herencia o fuiste un capitalista exitoso en algún momento. El dolor debe ser una excusa creadora, no destructora.

Sobre el tema de la disciplina o cierta conducta sobre el cuerpo hay mucho para hablar, pero quisiera enfocarme en las experiencias revolucionarias de los 60-70 donde efectivamente la disciplina, el orden jerárquico y el sacrificio eran conceptos estrictos a cumplir. Hay casos de experiencias revolucionarias donde vemos situaciones idénticas a la ortodoxia más secular y repugnante de las religiones más arcaicas, pero dentro de esas mismas experiencias se puede analizar todo lo sucedido no sólo desde el punto de vista de los axiomas generales de los capataces de las organizaciones, como se suele hacer. Los 70 fueron mucha muerte y aun el país entero no sabe bien como hablar de esa época. Hay un pudor cadavérico a la hora de hablar de esos años y es lo más digno debido a la cantidad de sangre derramada dentro de una población teniendo tan pocos habitantes en infinita extensión de territorio. Pero yo creo que si le sacamos todo lo fétido a esos años, que si nos imaginamos que no hubo muertos ni balas, podemos hallar un aroma en particular que trasladaba el viento. Una fragancia que invitaba a desear una forma de vida distinta, al menos entre la juventud, ese perfume se repartía y bajaba como una avalancha entre los jóvenes. Esa ansiedad de otro mundo no puede ser juzgada, esa mística no puede ser un delito. Aun hoy los dueños de la verdad y de la industria de la palabra cuestionan y acribillan de crítica los sueños de esos jóvenes, obviamente muchos cometieron homicidios, etc, pero la dictadura se fue y multiplicó al 30 mil por ciento los homicidios, aplicó las atrocidades más obscenas, perfeccionó métodos de tortura, y encima no mejoró al país económicamente, sino que lo devastó.

Décadas después de un silencio de madrugada, el kirchnerismo se atrevió nada menos que a juzgar a los militares responsables del genocidio, pero creo que nunca se animó a hablar de cual era la propuesta especifica de esos jóvenes, propuestas románticas quizás, utópicas, por supuesto, pero que muchas de ellas están desde la república de Platón, texto que citan para quedar como académicos aquellos mismos que justifican la masacre de todos los pibes peronistas y de izquierda que hubo en los 70. Hay que recuperar el aroma de ese mundo distinto, pero esta vez con las armas del amor, que nunca matan. Más cuando "lo que nos avergüenza, duerme en nuestras veredas", como dice Godard. El amor seguirá sucediendo a pesar de nosotros mismos, estará al acecho eternamente, es el cazador más preciso de todos los tiempos.

El amor es la mejor disciplina, pero más difícil de soportar que la colimba más exigente, es más duro el ejercicio de sentir amor que hacer diez mil flexiones por día. El amor vence la pulsión de muerte, pero el contexto global, las energías económicas están tan bien manejadas por las tecnologías de control social que cada vez se le hace más difícil al amor penetrar las murallas de Adriano que hizo el capitalismo de las arterias amorosas del ser humano. Este neoliberalismo encima pareciera que nos ofrece como alternativa lo mismo, un amor disciplinado, armonioso, sonriente, para todos, difunde los procedimientos de las religiones orientales más interesantes y antiguas, que efectivamente mejoran la salud del cuerpo, pero a la vez firman contratos con la misma sonrisa que expresan en sus meditaciones o ceden los mejores beneficios a multinacionales que infectan el organismo de millones de seres humanos. Nos esclavizan en nombre de la libertad y el goce. Nos monstruorizan en nombre de la normalidad.