"En el corazón de junio", de Luis Gusmán: reedición de un clásico

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    Luis Gusman
EDICIÓN HOMENAJE

"En el corazón de junio", de Luis Gusmán: reedición de un clásico

12 Noviembre 2025

Los acápites suelen elegirse por algún motivo, no son un mero decorado -aunque podrían serlo- ni una elección azarosa que nada tendrá que ver con el texto. Pero la pertinencia y excelsitud del acápite se manifiesta al final, cuando uno termina de leer una novela y no podría haber resumen más hermoso, poético y genial que el acápite elegido por al autor. Eso no significa que lo azaroso no pueda ser resignificado y, quién dice, Luis Gusmán tomó su acápite de un libro de frases célebres comprado en el subte y pasando las páginas hasta decir basta, como buscando la letra del Tutti Frutti. Prefiero elucubrar pensando que Luis -perdón la confianza, pero lo llamaré de muchas maneras diferentes-, contrario a su humor de nivel superlativo y a medida del interlocutor, aunque sean legión, se esforzó en procurar esa frase que da inicio a la novela. En ese sentido, cuando terminé el libro -leído prácticamente de una sentada, como se tienen que leer las novelas, casi de corrido y sin interrupción, a contramarcha de la propuesta de la posmodernidad hipersónica- tuve la sensación de saciedad intelectual. En definitiva, dialogando con el acápite y con la propia obra de Gusmán, leer, en estos tiempos, es un acto revolucionario, una rebelión contra Cronos con un tumor que lo acelera de manera antihumana.

Pero quiero detenerme de más en el acápite, que, para spoilear e ir calentando motores para la inmersión de ustedes en la novela -me imagino que alguien se sentirá conminado, seducido a iniciar la lectura de esta obra- se lo transcribo sin más: “El rostro de la noche, el corazón de las tinieblas, el lenguaje de la llama… Yo había conocido todo lo que vivía y se agitaba y trabajaba bajo su destino”.

Gusmán es un hombre que vivió tiempos en los que la sorpresa era constitutiva de cada avance científico y ser parte de la era del primer transplante de corazón fue el comienzo de la inmersión en un mundo de ciencia ficción de la biología. Había alguien que no había muerto del todo, había un ánima que había depositado dolores y pasiones y secretos en ese lugar en el que históricamente la humanidad había depositado los sentimientos: el cuore.

Luis Gusmán, el de la ese en medio de un apellido que pide una zeta, se encarga de interpretar una posible neurosis de un neo-hombre de su época y contribuye al género al que pertenecen aquellas novelas que piensan desde un lugar pacientizado, en la base piramidal de un poder foucaltiano que se parapeta detrás de la ciencia y se aplica en los cuerpos de las personas, entendidos los mismos como un espacio político.

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Libro En el corazon de junio

Los devaneos que van emergiendo luego de un momento de crisis hospitalaria, el momento inesperado y veloz de la llegada de un trasplante y tener a otro en el pecho será el detonante para una psiquis surrealista que no puede dejar de escuchar, como una especie de "Corazón delator" de Poe en los estertores de la modernidad glauca, a otros corazones y al suyo que es de otro, con todas las sospechas pertinentes puestas de manifiesto; claro que escrito en dictadura (probablemente entre 1978 y 1982) y publicado por primera vez en 1983 (año en que ganó el premio Boris Vian), el libro tiene que ser ponderado en dimensiones alternas: aquella en la que fue pensado y escrito; aquella en la que fue publicado y el presente de este reedición cerrando un círculo temporal que nos pone -casi como si Luis procurara ser un demiurgo, dejarnos pistas, hacer del culto que ya se le rendía en los noventa, cuando no había internet, por el mítico El frasquito- en el mismo dilema, en el mismo punto de partida, pero 50 años después. ¿Qué hay de nuevo, viejo?, a excepción de una velocidad hipersónica antinatural, un “aceleracionismo desesperado de futuro”, como nos dice en la contratapa el editor de Bardos -editorial cordobesa que encaró esta edición homenaje-, Maximiliano Crespi.

El ritmo de oraciones cortas en párrafos con moñitos hace que su escritura supiese que teníamos que leerla 50 años después. Pero nos llega con sutiles rectificaciones que, en realidad, al volver al texto original, terminan constituyendo ratificaciones, con lo cual, terminamos en el texto original. Y eso nos lleva a una pregunta: ¿se puede ser original dos veces? ¿Habita la máxima de Heráclito aplicada al río en un presente con las mismas letras, pero otro mundo alrededor? Los mismos signos, ¿son los mismos signos? El autor parece comprender la necesidad de una lectura urbi et orbis y que las dificultades sean solo procedentes de las posibilidades o no de imaginar; y esa capacidad, en mayor o menor medida, todxs la tenemos; la profecía de los tiempos cortos y de la hipervelocidad, un estilo adquirido como visión y que va tejiendo un relato con una impronta que se fija a lo audiovisual; sinestesias sensatas que se van entrelazando para devolvernos aromas plasmados en una hiperrealidad que nada tiene de onírica. Dos mundos coexistiendo en un relato, en una voz; y al acecho, lxs lectores de 2035: un libro arrojado al mar de los sargazos.

En la política, como en la ciencia o como en la historia, no hay nada que siempre haya sido, sempiternamente, que tenga que seguir siéndolo por una extraña ley del devenir. Hay contingencias que determinan y hay determinantes que contingen -si se me permite el neologismo- y En el corazón de junio habita la contingencia por potencia semántica y los determinantes por estructura en la cual se inserta una novela plácida, irreverente y que -parafraseando al Parker inventado por Cortázar- Gusmán la escribió mañana.